Tal parece que a los hermanos Bravo no han sido suficientes los casi ocho años en el poder. Mañana tocaremos el tema, en lo particular, de Cuauhtémoc. Hoy toca comenzar por Ulises.
En el 2017, previo a las elecciones que ganaría Claudia Sheinbaum Pardo, para gobernar la Ciudad de México, Ulises Bravo Molina era funcionario público, encargado de despacho -así firmaba los documentos- de la jefatura delegacional de Coyoacán. Políticamente, se le identificaba con el PRD, partido que había gobernado la capital del país, pero que se desfondó frente a Morena, el partido del presidente, Andrés Manuel López Obrador, mismoque llevó como candidata ganadora a Claudia Sheinbaum, hoy, primera mujer que será presidenta de México.
Luego del agarrón a sillazos entre morenistas y perredistas, el 15 de diciembre de 2017, en el centro de Coyoacán, donde se llevaría a cabo un acto de precampaña presidencial y a la jefatura de gobierno, que metió en la polémica a Bravo Molina, pasadas las elecciones y sin haber logrado ningún cargo de elección popular, Ulises se vino a Morelos.
Con su hermano como gobernador, no le costó ningún trabajo incorporarse a la política local. No desempeñaba ningún cargo en la administración pública, pero, cada vez más, durante los primeros dos años del gobierno del exfutbolista, se rumoraba en los corrillos que había venido a sustituir, en el tejido fino de los acuerdos, al entonces jefe de la oficina de la gubernatura, el español José Manuel Sanz Rivera, y en las relaciones con los diputados locales, por encima del secretario de gobierno en tuno y, además, lo principal, en las relaciones con los empresarios que quisieran invertir en la entidad.
La intromisión de Bravo Molina, en una LIV Legislatura, ya de por sí polarizada, tratando de dar instrucciones a diputadas y diputados, exacerbó los ánimos y generó mayores confrontaciones, incluso dentro de la bancada morenista, partido al que no pertenecían ni él ni su hermano, pues sus proyectos caminaban de la mano con los partidos de Hugo Éric Flores Cervantes, el Encuentro Solidario y el Encuentro Social, ambos PES, aunque el primero con registro nacional y el otro con registro local, mismo que finalmente perderá este año.
Creyendo equivocadamente que, siendo designado como presidente del Partido Encuentro Solidario, podría llegar en el 2021 a una diputación federal, por la vía plurinominal, en elnúmero uno de la lista de la cuarta circunscripción, comenzó a operar políticamente, ya no en forma velada o discreta, sino abiertamente. El partido perdió su registro y Bravo Molina la candidatura.
Buscó, después del proceso electoral del 2021, la dirigencia estatal de Morena, pero también la perdió, al ser demandado por incumplir con los requisitos que establecía la convocatoria. Su registro por un partido que no había hecho anteriormente alianza con Morena fue determinante para que los tribunales le negaran la calidad, tanto de consejero como de dirigente estatal.
En el proceso electoral de este año, investido por designación de Mario Delgado Carrillo, líder nacional de Morena, como delegado en funciones de presidente, intentó hacerse de otra candidatura plurinominal, pero no lo consiguió. Morena, en Morelos, a pesar de estar resquebrajado y con serios cuestionamientos sobre la dirigencia de Bravo, es la principal fuerza política y tendrá a su primera mujer gobernadora, Margarita González Saravia, a partir del primero de octubre.
Y para iniciados:
Los sueños de Ulises parecen no cumplirse. A finales de año deberá convocarse a la renovación de la dirigencia local de Morena, pero ya no estará Cuauhtémoc en Palacio de Gobierno. Y si, como puede apreciarse, Bravo Molina ha perdido todas las batallas anteriores, contando con pleno respaldo de su hermano, su futuro político se ve mucho más que incierto, sobre todo, por haber jugado a las contras en el proceso de designación de la candidata al gobierno del estado. Y eso no se olvida tan fácilmente. Ahora especula que será el próximo delegado del Bienestar en Morelos.
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