Desde la llegada de Cuauhtémoc Blanco Bravo a la presidencia municipal de Cuernavaca y hasta sus más recientes declaraciones, como gobernador de Morelos, hemos atestiguado un sinnúmero de pretextos y evasivas, de su parte, cuando es cuestionado sobre la falta de resultados a lo largo de su gestión de gobierno.
Popularizó el “Graco no me deja trabajar” y luego que “los anteriores dejaron un desastre”. Ahora, amarra las navajas, pidiendo que los inconformes vayan a preguntar a los presidentes municipales y a los diputados locales el por qué falta esto o aquello, cuáles son las razones de no haber avanzado en distintos pendientes y, lo más nuevo, que la aprobación del presupuesto del 2023 traerá complicaciones operativas.
Respecto a lo último, suena como un aviso de que este año la administración irá de mal a peor. Mal augurio para un gobierno ya calificado como uno de los peores entre todos los estados de la República y quizá, ya veremos cuando sean revisadas las cuentas al terminar su sexenio, el más nefasto de la historia morelense.
Muy a su estilo populachero se ha lanzado contra quienes considera sus adversarios. Afirma que han buscado desestabilizar a su gobierno. Quiso inscribirse en la línea de Andrés Manuel López Obrador, quien es un maestro en el arte de culpar a otros de sus propios yerros, lucrando políticamente con ataques discursivos, en lo que también es un maestro para conectar con las masas, sobre todo con las que padecen mayor marginación y pobreza.
Sin embargo, Cuauhtémoc Blanco está muy lejos de las dotes histriónicas y demagógicas de López Obrador. Por más que asuma posiciones retadoras, amenazantes o evasoras no logra emular, ni logrará, acercarse siquiera un poco a las destrezas políticas del primer mandatario. No resistiría encabezar una rueda de prensa, ni un diálogo o discusión pública, que requiera de conocimientos, reflexiones, argumentos y datos.
Políticamente muy limitado, Blanco Bravo parece ensoberbecido por la magia del poder, alentado por sus cercanos a creer que tiene capacidades inexistentes. No obstante, sigue siendo un activo político utilizable, rentable electoralmente. Ya no en la entidad, pero sí en otras latitudes, debido a su fama como ex ídolo futbolístico. Basta ver en un somero análisis que alrededor del setenta por ciento de las publicaciones en medios y redes sociales sobre su persona, hacen referencia al exfutbolista y el otro treinta por ciento se divide entre el político cuestionado y señalado o el gobernador que promueve su imagen con publicidad pagada.
Si logra o no ocupar otro cargo público, ya es cuestión de tiempo y circunstancias. No de capacidad o resultados. Pero de que, en Morelos, con el ocaso de su período de gobierno viene también su despedida política, para siempre, es un hecho. Aunque subsiste la duda de si, pasada la entrega de su estafeta en el 2024, pudiera ser el primer exgobernador en ser llamado a rendir cuentas ante tribunales.
Y para iniciados
La delegación Morelos de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (CANACINTRA) ha tenido altas y bajas a lo largo de su historia. Desde dirigentes capaces, diligentes y comprometidos hasta auténticos malandrines, simuladores y defraudadores. Y lo peor es que algunos de estos últimos se han ido sin castigo alguno, más que haber sido expulsados, cargar con el peso del desprestigio y uno que otro señalamiento público.
Su actual dirigente, Iván Elizondo Cortina, tiene dos opciones ante la crisis que hoy viven en el proceso de renovación de la dirigencia: Nadar de a muertito, como lo ha hecho hasta ahora, o tomar cartas en el asunto para salvar el nombre de esta organización empresarial. Estaremos al pendiente de lo que suceda hoy en su asamblea.
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