Alguien quiere hacer ver que el periodismo es más negocio que servicio, y si las malas noticias en los periódicos venden más, resulta necesario re-aprender el oficio del periodismo, re-valorar su función en la sociedad y, sobre todo, establecer mecanismos jurídicos para defender a los receptores y actores de los abusos y excesos de los que atentan a los medios de comunicación.
El periodismo es considerado un poder frente al poder político o frente al poder empresarial.
Fueron los ingleses quienes inventaron la frase del cuarto poder. En Inglaterra hubo una reforma política y económica «gracias a la acción independiente de la prensa, que era el poder de la crítica, de la información, de la verdad, la voz verdadera de las personas», dice el historiador Enrique Krauze.
Pero es hora de acentuar que la prensa no deja de representar un poder, es un límite social a la arbitrariedad y al abuso del poder, todo ello debido al surgimiento de la anarquía y soberbia omnímoda con la complicidad del “seudoperiodismo”, que de alguna forma se ha vendido y quiere nulificar a la real expresión que es la que no acude a la lacrimógena y mentirosa reunión mañanera pero que de toda forma sale enterada de los chismes, mentiras y falacias presidenciales.
Periódicos, revistas, medios y redes sociales tienen una responsabilidad moral, política y jurídica con los lectores, con la audiencia, con los seguidores y ¿por qué no? con los actores. Sin embargo, la práctica ha demostrado que el seudoperiodismo está al servicio de intereses ajenos, emprende campañas de opinión que responden a pugnas financieras, mercantiles o políticas y se convierte en un arma de influencia para fines no declarados, práctica de abusos que crecen a la sombra de la libertad.
El triángulo periodismo-poder político-poder económico ejerce una influencia decisiva en los medios, que daña la verdad, que lacera el sentimiento de todo aquel que se jacte de ser un periodista nato y neto.
La propaganda del gobierno en los medios, construida a partir de estadísticas, informes y cifras amañadas, perjudica a la democracia con la misma intensidad con que el propietario de un seudo medio ejerce una presión, directa o sutil, en contra de los reporteros para que asuman una actitud ante un hecho.
El abuso de la libertad ha llegado a niveles intolerables en el periodismo.
Persecuciones, violaciones, amenazas, ejecuciones, asesinatos, todo, todo se ha dado en estos tres años de sufrimiento de la 4T, ayer en Tijuana hubo una más de las manifestaciones al repudio de lo no hecho por aclararlos por el gobierno federal.
Algunos expertos en medios de comunicación y redes se contradicen sobre la necesidad de repeler las noticias falsas a través del derecho de réplica contextualizado en nuestra legislación. Otros, aconsejan ignorarlas, es como jugar a las vencidas con un niño, sería un abuso intentarlo.
Carlos Loret de Mola, reportero por herencia, con tinta en sus venas, ha ejercido su profesión en toda su esencia. Claro que ello ha causado prurito en aquellos a los que la verdad les incomoda.
Loret de Mola encarna el lado opuesto de su tocayo Carlos Denegri, seudo periodista, típico extorsionador por el “poder de su pluma”, producto de la añeja y comprometida corrupción de antaño, permisible ante el temor de la información privilegiada que poseía desde las más altas esferas del poder público.
Reconozco y respeto a periodistas valientes como Ciro Gómez en un país que ha tenido un espacio adverso para los que ejercen esa profesión de manera sensata, tenaz, congruente y sin miedo. El acto viril que hizo esta semana, deja a los otros, en la nulidad periodística.
Es conveniente que los verdaderos directivos y periodistas propugnen para depurar a los medios de las rémoras, lo que permitiría instaurar compromisos definidos con el público, la misma voluntad que pudiera darse para reivindicar el código de ética que regule el comportamiento profesional del reportero y de la empresa, entonces, el interés del auditorio predominará por encima del interés político o empresarial, haciendo del Periodismo un Apostolado.
Amigos la semana tiene siete días y ¡Gracias a Dios es viernes”