La fastuosa manifestación de poder y lealtad de las fuerzas armadas para con el presidentey su sucesora, del pasado 16 de septiembre, con tropas bien equipadas, armamento pesado, drones de última generación y hasta aviones tipo Hércules, como ejemplos, contrasta con el anuncio de Birmex, la empresa del gobierno que se encarga de la operación de la Mega Farmacia del Bienestar, acerca de que ya no llevará a cabo ninguna compra más de medicamentos en lo que resta del año.
Vaya usted a saber, por la opacidad con que se ha conducido este gobierno, si no hubocapacidad, recursos, voluntad o las tres juntas, pero la falta de medicamentos en las clínicas y unidades hospitalarias del sistema nacional de salud es una realidad inocultable.
Quedó ya muy lejos la promesa presidencial de sus primeros años de gobierno, repetida año con año, hasta con la amenaza de López Obrador sobre los funcionarios responsables, de resolver el problema tanto del abasto, es decir, la existencia de medicamentos en bodega, como del surtimiento a los usuarios de los servicios de salud, función que debía haber cumplido la Mega Farmacia y que, a la vista está, nada más no ha funcionado correctamente.
Haría falta, hoy mismo, un cambio de indicación, que se sigan comprando y distribuyendo todos los medicamentos que sea posible, ya bien proveniente de Andrés Manuel López Obrador en su mañanera, o en la conferencia de prensa de Claudia Sheinbaum Pardo, porque no es justo para los enfermos, para todos y no sólo para los que tienen padecimientos graves, que mientras el Ejército y la Marina lucen uniformes y pertrechos nuevos, relucientes, haya niños, jóvenes y adultos cuya vida y salud esté en riesgo por la indolencia de un régimen que prefiere comprar armas y municiones.
Por cierto, el Ejército es la institución a la que el presidente encargó el reparto de medicamentos para que llegaran a tiempo a cualquier lugar del territorio nacional. El anuncio de Birmex hace que el chiste -o engaño, como usted lo prefiera- del mejor sistema de salud pública del mundo, se cuente solo.
Los altos mandos del Ejército y la Marina Armada de México están muy contentos -felices, felices-, más allá del institucionalismo que debe caracterizarlos por sus funciones de salvaguarda de la seguridad nacional, al haber sido considerados, como nunca, en el manejo de los recursos públicos, cuyo uso y destino efectivo no podremos saber, pues han sido clasificados como de seguridad nacional. En otras palabras, lo que hayan hecho con el patrimonio nacional, es un secreto de Estado.
Habría que preguntar a los enfermos, que tienen que comprar por su cuenta en farmacias privadas, lo que necesitan y les urge, si piensan lo mismo. Y a las tropas que han sido utilizadas como cargadores y albañiles si también están a gusto, siendo mano de obra, no barata, sino baratísima para las empresas del gobierno.
Hoy, los más esperanzados en que Claudia Sheinbaum asuma por entero su papel de presidenta de México y corrija todo lo que este gobierno está dejando mal, son precisamente los críticos de López Obrador. Ya veremos dentro de 13 días, cuando tenga la banda presidencial en el pecho, porque hasta ahora no ha dado una sola señal de que así pueda ser.
Y para iniciados:
La cuenta regresiva para incorporar por completo la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional se adelantó. Como sucedió con la Reforma al Poder Judicial, los tiempos para aprobarla en el Congreso, según los cálculos de los entrantes legisladores, se acortaron tras la llamada de Palacio Nacional para que la iniciativa presidencial sea votada lo más pronto posible. Así que mañana será presentada al pleno de la Cámara de Diputados y unashoras más tarde será aprobada para enviarla al Senado. Puede ser que para el próximo lunes ya también la militarización de la seguridad pública en México sea un hecho consumado.
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