La mañana de este miércoles, en el Campo El Salado del Ejido de Acapantzingo, en Cuernavaca, iniciará la campaña de prevención de incendios forestales denominada “¡Tú Vigilas, Mejor Sin Fuego!”, auspiciada por la Secretaría de Desarrollo Sustentable de Morelos, el Mando Unificado de Incendios Forestales, la Comisión Nacional Forestal (Conafor), la Coordinación Estatal de Protección Civil Morelos (CEPCM) y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).
Nuestra entidad entró a la temporada de incendios forestales, de los cuales, hasta la fecha, se tiene el registro de 39 eventos, con la afectación de 251.3 hectáreas de arbustos, hierbas y hojarascas, principalmente en Tepoztlán, que es el municipio con más incendios, seguido de Yautepec, Huitzilac y Cuernavaca. Lo deseable es que no vayan a presentarse incendios con la magnitud de los del año anterior, verbigracia en Tepoztlán sobre zonas solamente accesibles por vía aérea, al igual que la transportación del agua, con el mismo medio, para extinguirlos. Los famosos “Zacatuches”, que siempre se parten el alma enfrentando al fuego, merecieron un enorme reconocimiento, y me parece que este año no será la excepción.
La principal causa de las conflagraciones, según se está percibiendo en la actual temporada, en un 47 por ciento son las actividades agropecuarias para la preparación de siembra y pastoreo, entre otras. Por eso la Secretaría de Desarrollo Agropecuario ha solicitado a los agricultores extremar precauciones a fin de evitar incendios a la postre incontrolables.
Cada año, entre febrero y marzo, el gobierno estatal se prepara ante el advenimiento del estiaje o de la temporada de secas (como usted prefiera llamarle). Al final del día, sin las debidas medidas preventivas, la sequía ocasiona graves daños a nuestros recursos naturales como suele suceder con los incendios forestales.
Los tres órdenes gubernamentales están obligados a enfrentar los siniestros y lograr la conformación de grupos especializados para sofocarlos, desde luego dotándoles los implementos necesarios, pero lo deseable es que no se presentara un solo siniestro.
Lo antes expuesto debe motivarnos a reflexionar respecto a lo siguiente.
Los bosques de Morelos, siendo el soporte de nuestro patrimonio biológico y la fuente de un valioso flujo de bienes y servicios ambientales, han estado sometidos a un implacable proceso de destrucción como resultado de un contexto caracterizado por la deforestación y consecuente desaparición de ecosistemas. En ello contribuyen cada año los incendios forestales.
Esta entidad tenía originalmente bosques templados en su porción norte, que cubrían aproximadamente el 25 por ciento de la superficie, y selva baja caducifolia en el resto del Estado. Lamentablemente durante las pasadas dos décadas se perdió más del 70 por ciento de la cubierta forestal.
El 30 por ciento que aún conserva esa capa está seriamente deteriorado y tan sólo el 10 por ciento restante se considera con poca perturbación humana.
Para mediados de la década de los setenta se consideraba que el 68 por ciento (334 mil 350 hectáreas) de Morelos eran suelos forestales. Actualmente quedan 24 mil 361 hectáreas (5.3 por ciento del territorio) de bosque templado y 62 mil 127 hectáreas (12.6 por ciento) de selva baja caducifolia.
La deforestación y consecuente desaparición de ecosistemas de bosques y selvas se ha dado fundamentalmente a partir de la década de los treinta, cuando se pusieron en marcha las políticas agrarias más significativas de la posrevolución y se aceleró el crecimiento demográfico.
Hoy en día, la deforestación persiste a ritmos muy elevados, que ubican a nuestro Estado entre los primeros a nivel nacional en lo que se refiere a este dudoso honor. Los datos oficiales más recientes reportan tasas anuales de deforestación superiores a las 10 mil hectáreas. Y la amenaza no cesa.
En Morelos los incendios son en su mayoría provocados, y casi toda la superficie afectada se pretende destinar o se destina a la agricultura o ganadería (por lo general de subsistencia) lo que garantiza su degradación ecológica y erosión. Este desenlace se presenta con mayor intensidad en la medida de que se trate de áreas con altas pendientes y fuertes precipitaciones.
A pesar de esta realidad y de sus profundas causas económicas, institucionales y demográficas, en Morelos los incendios generalmente se consideran como obra de fenómenos climatológicos o de paseantes irresponsables o de conductas vandálicas y demenciales. Sin embargo, pareciera ser que el propósito de semejante interpretación es alejar al problema de sus causas, ya que resulta preferible admitir ser presa del infortunio que tener que enfrentarse a un escenario más complejo.