Declive y decadencia, son de las percepciones más recurrentes para describir la globalidad y la era digital; decadencia y declive, hoy se refieren a la pérdida de valores, principios y honradez y se afirma que es por los vertiginosos cambios culturales que trae consigo el uso de las tecnologías.
Las redes sociales, por ejemplo, fomentan una mentalidad de gratificación instantánea que prioriza el impacto sobre la autenticidad y es que en lugar de relaciones profundas y presenciales, estas plataformas fomentan conexiones superficiales y polarizadas y la honradez, se mide por el impacto o la “viralidad”, dando paso así a la normalización de la distorsión de la verdad y los «linchamientos digitales», lo cual refleja la pérdida de empatía y la justicia y refuerza la percepción de una sociedad menos respetuosa y veraz.
Declive y decadencia, son preocupaciones sociales actuales que han sido analizadas por psicólogos, sociólogos y antropólogos y, coinciden en mencionar estas tres disciplinas, que el declive y la decadencia sí están profundamente influenciadas por el desarrollo tecnológico y especialmente por el uso de las redes sociales, que han transformado las interacciones humanas y los marcos culturales.
Los psicólogos, han identificado el auge del individualismo como un factor clave en la percepción de pérdida de valores. Señalan que las generaciones recientes han crecido en un entorno digital que prioriza la autoexpresión y la validación externa.
Los especialistas dicen que esto ocurre a través de redes sociales y que este enfoque en la imagen personal, erosiona valores como la honradez, ya que los usuarios tienden a presentar versiones idealizadas de sí mismos, sacrificando la autenticidad.
Un ejemplo, es la práctica de editar fotos o exagerar logros en redes sociales donde la verdad se vuelve flexible y lleva a la percepción de que la honestidad está en declive y refuerza la percepción de una decadencia moral.
Desde la disciplina sociológica, la tecnología y las culturas, se han vuelto similares y la globalización, ha priorizado las interacciones digitales, lo que debilita las redes de confianza y cooperación, reemplazando valores locales como la honradez y la verdad por una narrativa global centrada en el consumismo y la competencia, como la promoción de estilos de vida ostentosos donde se normaliza la exageración y eso lleva a cuestionar la integridad como valor fundamental.
Y por su parte, la Antropología, señala que hay una evidente erosión de rituales y relativismo cultural. Es decir, los rituales tradicionales, que reforzaban valores como la honradez y la verdad, están siendo reemplazados por interacciones digitales efímeras.
Podemos hablar entonces, de que sí hay un declive y decadencia al fomentar la inmediatez, la polarización, la desinformación y la pérdida de rituales tradicionales a través de las redes sociales.
La percepción de pérdida de valores, principios y honradez es real y multifacética, se alimenta con la erosión de la confianza, la polarización, la fragmentación social y la dilución de identidades culturales.
Sin embargo, esta percepción no es universal ni absoluta; también hay oportunidades en la era digital para fortalecer comunidades globales, promover la transparencia y revitalizar valores a través de la conectividad.
La clave está en fomentar un uso crítico y ético de la tecnología, la base, es la educación para contrarrestar estas tendencias.