El gobernante mexicano que más se ha presentado como intachable, leal y honesto va siendo revelado en facetas absolutamente contrarias, a lo largo de su gestión al frente de la Presidencia de la República. Los defensores de Andrés Manuel López Obrador ya no pueden sostener que no tiene cola que le pisen, porque no sólo la tiene sino es larga y gruesa, aunque difícil de rastrear.
Podríamos distinguir tres etapas. Cada una de ellas con sus propias características. Llevan su propia ruta. Coinciden y conviven en el tiempo. Y es posible que duren hasta el final del sexenio. Sin embargo, llevan a lo mismo. A descubrir verdades que trataron de mantenerse ocultas, para favorecer un proyecto político personal en el que no había cabida para que nadie, nadie, se interpusiera en su camino al poder presidencial ni, después, en su ejercicio de gobierno.
La primera etapa la inauguró él mismo. El propio AMLO, desde sus conferencias de prensa mañaneras comenzó a mostrarse contradictorio, evasivo, intolerante, excluyente y vengativo. La defensa de su gestión basada en que él tiene otros datos, y que cualquiera que piense diferente, tiene derecho a expresarse, a disentir, pero automáticamente queda descalificado y estigmatizado como conservador, neoliberal, lacayo de los grupos de intereses creados o, de plano, traidor a la patria.
Eso no es lo que se espera de un líder democrático, sino de uno populista y autoritario. Los especialistas en diversas materias ya médicos, ingenieros, economistas, comunicadores o quien sea, con una sólida preparación académica y prestigio profesional, cuando menos son marginados, si no es linchados en las redes sociales, a partir de la línea que tire AMLO desde el púlpito mañanero o en privado.
La segunda etapa es la de los Guacamaya Leaks. Millones de documentos que seguirán saliendo a la luz para exponer mentiras, robos, traiciones, negocios, narcopolítica y vaya usted a saber cuánto más. Sin duda, esos archivos electrónicos son los de mayor preocupación, pues fortifican la radicalización de un régimen que ahora tiene también en la mira a las fuerzas armadas nacionales, por el papel que han jugado, atendiendo las instrucciones de su supremo comandante.
Y la tercera, la publicación del libro titulado El rey del cash, de la periodista Elena Chávez. En una entrevista de ayer comenzó por las motivaciones que la llevaron a revelar lo que sabe del presidente y su equipo cercano. Sí, de los que se encargaron de llevar dinero en efectivo para la campaña electoral de 2012 y el sostenimiento de AMLO y su familia, para que así no fuera rastreable, ni se tuvieran que entregar cuentas a las instituciones electorales ni a la Secretaría de Hacienda.
Pero eso no es todo. El libro tiene 26 capítulos con muy diversos temas, a través de los cuales desmitifica al líder de lo que la autora entiende como una especie de secta y muestra la forma de ser de un ahora presidente que ha mentido, traicionado y robado.
Cúpulas y grupos políticos podridos hasta la médula. Y, por favor, no queda la excusa de “sí, pero los de antes mintieron, robaron y traicionaron más”, porque lo único que saldrá de ese intento de desviar la atención serán risas o corajes, según cada perspectiva.
Y para iniciados
Una de dos. O el gobernador, Cuauhtémoc Blanco, perfila a su secretario de Movilidad y Transporte, Víctor Mercado Salgado, para imponerlo como candidato de Morena a la gubernatura o el güero Mercado juega su propio juego, por la libre, aprovechando el poder económico y político que ha acumulado, al margen de lo que quiera o no el gober, pues no lo tiene bajo su control. La decisión desde Palacio Nacional no está tomada todavía y aunque ya haya acuerdos, éstos podrían romperse al acercarse los tiempos electorales formales. La rueda de la fortuna política sigue girando. Recuerde que político que no rompe acuerdos no es político.
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