Hoy en la mañanera, Andrés Manuel López Obrador insistió por enésima vez en repetir, al estilo del propagandista estrella del régimen hitleriano, Joseph Goebbels, que nunca en la historia de México un presidente ha sido tan atacado en los medios de comunicación como Francisco I. Madero y él mismo.
Eso tiene un objetivo: victimizarse, para conservar y fortalecer su popularidad entre sus seguidores, llegar a sus sentimientos, manipularlos a su favor. En buena medida lo ha conseguido, como se puede apreciar en las encuestas. Pero el presidente equivoca su apreciación de la historia.
Sin duda que existen intereses creados que buscan desprestigiarlo a través de la calumnia, como sucedió durante todo el tiempo en el que la libertad de expresión fue no más que un discurso, para unos, y una aspiración para otros. Aspiración que ha costado miles de vidas hacer una realidad y a la que no renunciaría ningún demócrata de verdad, pero sí los simuladores.
Sin embargo, el presidente omite reconocer que muchas de las voces y plumas críticas, que han señalado los desatinos, falsedades y medias verdades de su gobierno no forman parte de esas cúpulas conservadoras de las que tanto se queja, ni tienen negocios en alianza con los neoliberales y menos el peso y la difusión que alcanzan los periodistas y comunicadores, a quienes ataca en forma reiterada. No. La mayor parte proviene de ciudadanos, de diferentes estratos sociales, aunque mayormente de aquellos mejor informados, que han prestado atención a fuentes diferentes de las conferencias mañaneras, a los datos duros, reales, y quienes cuentan con ciertos niveles educativos y probada experiencia profesional.
Él mismo ha reconocido que la gente con mayores grados de escolaridad y mejores niveles de ingreso no concuerda con su proyecto de la cuarta transformación. Y es entendible, pues su nicho de mercado electoral se halla precisamente entre los más pobres y desprotegidos. De eso ya hemos hablado: su negocio es lucrar políticamente con la pobreza, de ninguna manera terminar con ella. Que los pobres dejen de serlo y tengan acceso a educación de calidad e información proveniente de fuentes plurales, haría que se acabe su negocio político.
Si se está de acuerdo con el presidente, como ahora lo hace el PRI en el tema de la Guardia Nacional, entonces dice que se está actuando de manera responsable. Si no, entonces se es acusado de corrupción, conservadurismo y hasta de traición a la patria. Si se escriben o se dicen alabanzas a su gestión, como la mayoría de los periodistas que acuden a sus mañaneras, son reconocidos y premiados. Pero si no, ya sabe usted, se les reprocha el uso de su libertad de expresión.
El cuento de nunca acabar. Repite y repite, para que, como decía Goebbels, sus mentiras sean concebidas como verdades.
Y para iniciados
Desde la Organización de las Naciones Unidas reiteraron la invitación a Andrés Manuel para que asista al segmento de alto nivel en el que participan jefes de Estado, a partir de las severas críticas que lanzó contra este organismo internacional, a efecto de que ahí sostenga y dialogue sobre sus acusaciones. López Obrador contestó que no acudirá, que ya fue una vez a la ONU. Le echó la bolita a Marcelo Ebrard, quien aseguró, sostendrá la postura ante los jefes de Estado e insistirá en que se consideren las propuestas que ha hecho para resolver la crisis mundial. Unos dicen que le sacó. Otros, que es un desdén propio de su soberbia. Y algunos más que consiente de que si no ha podido resolver los problemas de su país, sabe que si va sería vapuleado a nivel internacional, al pretender resolver los problemas del mundo, con discursos en las mañaneras y sin siquiera hacer presencia personal.
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