El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, muchas veces ha proclamado ser “el presidente más atacado en los últimos tiempos”. Le concedo la razón, pero no de manera plena, pues hemos tenido en su lugar a otros personajes casi igual de cuestionados. Asimismo, ha sido el doble discurso y la doble moral del macuspano, así como sus constantes insultos a propios y extraños, pero sobre todo a comunicadores sociales de carácter nacional, lo que radicalizó las posiciones.
Debo agregar la sobreexposición de López Obrador, a través de la cotidiana conferencia de prensa “mañanera”, la cual, desde mi particular punto de vista, no es ningún ejercicio de información, transparencia o rendición de cuentas, sino el soporte propagandístico de la Cuarta Transformación y del propio presidente. Sin esa aparición diaria, AMLO tendría una peor prensa. Nunca como en los años recientes se había visto tan mala prensa alrededor de un inquilino de Palacio Nacional.
El doble discurso y la doble moral de AMLO es fácilmente detectable cuando adopta posturas muy, pero muy críticas y beligerantes contra quien se atreva a denunciar hechos de corrupción de la 4T. Desde el Salón Tesorería del Palacio Nacional, convertido en Santa Inquisición, siempre se busca aniquilar a los críticos del régimen, a los adversarios, a los periodistas investigadores, a los intelectuales no afines a López Obrador, etcétera. Nunca hemos visto la “operación cicatriz” o “la mano izquierda” que caracterizaba a varios de los antecesores del actual presidente, para quien “es corrupto” o “conservador” quien piense diferente a él. Esta es la actitud asumida por un estadista autoritario o totalitario. “Estás conmigo, o estás en mi contra», es el axioma actual.
Todo lo anterior me llevó a un excelente artículo publicado por La Jornada nacional el 7 de noviembre de 2009, bajo la firma de Claudio y Alberto Lomnitz y con el título “Los porqué de Bulnes”, en alusión a Francisco Bulnes, periodista e intelectual registrado en la historia mexicana por su ataque vitriólico contra Benito Juárez, ataque del que no quedó excluido, sin embargo, “un componente racista y antijuarista”. En honor a la verdad, yo no descarto el mismo componente en la actitud de algunos detractores de López Obrador, tan conocidos por su proclividad a los lujos, la buena vida, la dependencia de recursos gubernamentales y la riqueza. La neta.
Escribieron los articulistas de La Jornada:
“No rescatamos el personaje por su racismo, sino por otra cosa: Francisco Bulnes sospechaba de lo que él llamaba caramelos históricos. Rechazaba categóricamente el uso de la historia para construir héroes de cartón. Ése es un reclamo que tendría que ser de la izquierda. Nosotros así lo entendemos y así lo reclamamos”.
¿Será AMLO un “héroe de cartón”? Yo lo he denominado “tigre de papel”. Así que saquen ustedes sus propias conclusiones.
Recuerden que el artículo de Claudio y Alberto Lomnitz se escribió y difundió a tres años de iniciado el sexenio de Felipe Calderón, cuyo paso a la historia nacional no estuvo al ciento por ciento libre de graves cuestionamientos por ineptitud, abusos, asesinatos, narcotráfico (a pesar de la guerra calderonista declarada en Michoacán en 2007 contra los grupos criminales), simulaciones, etcétera.
Y a propósito de las circunstancias latentes allá y entonces, los autores agregaron:
“La Revolución Mexicana y el porfiriato son, hoy, caramelos históricos, tanto como lo fue Juárez en tiempos de Bulnes (…) Y no decimos esto porque nos parezca que haya sido ni buena ni mala la revolución. La historia mexicana es una conquista colectiva. La Revolución, con toda su violencia, tuvo conquistas fundamentales. El porfiriato, con toda su iniquidad, también las tuvo. Pero para aprovechar la historia, hay que estudiarla con una mirada crítica. En vísperas de un (bi)centenario que promete ser toda una fiesta de cajeta y de caramelo, nos parece que importa recordar esto. Francisco Bulnes fue uno de los grandes intelectuales críticos que ha tenido México”.
Hasta aquí el artículo de La Jornada Nacional.
Quizás dentro de tres o cuatro lustros podamos valorar cómo López Obrador trascendió históricamente. Francisco Bulnes, frente a Benito Juárez, presidente de México varias veces entre 1858 y 1872, cuestionó los desatinos del régimen en lo concerniente a la situación económica, a la miseria de la inmensa mayoría de mexicanos y a la opulencia de quienes gravitaban alrededor de Juárez, quien también tenía un doble discurso y una doble moral, así como una vida privada llena de desviaciones nada acordes con la “moralidad” de las familias de la época. Era un “loquillo”. Sume usted las frecuentes luchas armadas de dicho periodo, a las que Juárez dedicó gran parte de su administración.
Si Francisco Bulnes viviera y no hubiese abandonado su posición crítica, seguramente escribiría artículos denunciando la doble moral y el doble discurso de AMLO; los hechos de corrupción de connotados miembros de la 4T; la frivolidad de parientes y amigos; el despilfarro en obras faraónicas, innecesarias; el clientelismo político con objetivos electoreros; las excusas presidenciales en todo y para todo, etcétera, etcétera. Y Bulnes, desde luego, estaría incluido en la lista de comunicadores indeseables en Palacio Nacional, que hoy se cuentan por cientos. Nunca como ahora un presidente había tenido tan mala prensa, pero lo que se siembra se cosecha.