La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece la naturaleza de los partidos políticos como instituciones de interés público, teóricamente destinadas a construir puentes entre la sociedad y el estado. Sin embargo, ese objetivo no se cumple a cabalidad por la magra o nula representatividad de los partidos.
El artículo 41 constitucional, párrafo III, subraya con claridad la importancia y esencia de los partidos políticos. Se trata, como ya dije, de entidades de interés público cuyos objetivos son, teóricamente hablando, promover la participación de la sociedad en la vida democrática, contribuir a la integración de los órganos de representación política y, como organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de éstos al ejercicio del poder público, según los programas, principios e ideas que postulan y mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo.
Dichas instituciones de interés público toman relevancia en la renovación de los poderes Legislativo y Ejecutivo mediante elecciones libres, auténticas y periódicas, conforme a lo preservado por nuestra Carta Magna. Y mientras no sean sustituidos por otras figuras de participación ciudadana, los partidos representan el medio más consolidado e histórico para acceder al poder público, aunque hoy en día también existen las candidaturas independientes.
El Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), fundado por el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador (y sus entonces principales aliados) el 2 de octubre de 2011, debe regirse por los anteriores preceptos constitucionales, aunque en la práctica ha demostrado carecer de los valores democráticos tan cacareados siempre por AMLO y quienes hoy detentan la posesión de Morena a nivel nacional y los que, de alguna forma u otra, también se sienten propietarios del partido en Morelos. Lo anterior no debe extrañarnos, pues todos, absolutamente todos, provienen de las épocas más recalcitrantes, por antidemocráticas y autoritarias, de los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD), hoy al borde del abismo por haberse cerrado a la sociedad y despacharse con la cuchara grande al momento de ocupar puestos públicos.
Sea cual fuere el resultado de la elección de nuevos consejeros nacionales y estatales de Morena, desarrollada de manera bastante trompicada y plagada de vicios este fin de semana en la República Mexicana y Morelos, y de la cual emergerán los nuevos comités ejecutivos nacional y estatal, habremos de ver las infaltables pugnas internas, simple y sencillamente porque así es la idiosincrasia de los principales “cuadros” morenistas. Su principal característica ha sido y sigue siendo la soberbia y el sentirse más aptos que los de enfrente, aunque la realidad indique otras cosas. Son muy, pero muy conflictivos.
Por lo tanto, estas elecciones pasarán a los conflictos postelectorales, aunque también, durante la refriega, pudieran decantarse las posiciones con miras a la designación del candidato a la Presidencia de la República y a la gubernatura morelense en 2024.
Así es, señoras y señores. Del caos deberán salir algunas de las más importantes decisiones rumbo a los siguientes comicios. Con respecto a lo anterior recordaré algo que le escuché decir al inolvidable político e ideólogo morelense Marcos Manuel Suárez Ruiz, enfocando su dicho hacia quienes, allá y entonces, integraban los principales grupos del PRD: “Provienen del caos, están acostumbrados al caos, más sin embargo del caos siempre sacan algo bueno”. Si Marcos Manuel estuviera hoy entre nosotros comprobaría la exactitud de sus reflexiones.
Como dijo aquel: “Haiga sido como haiga sido”, la elección de consejeros nacionales y estatales morenistas confirmará los legítimos liderazgos a nivel nacional y en Morelos. Y desde luego se dará la pauta para el surgimiento de una clase política morenista renovada. Esto, la renovación generacional, no deberá sorprender a nadie, pues se presenta en cualquier etapa de la vida. Habrá quienes se perfilarán hacia tal o cual candidatura, desde luego no sin antes sortear múltiples conflictos internos; pero además, detrás de ellos y ellas, vendrán los que decidirán, con nuevos bríos y empuje, si Morena se vuelve obsoleto a la manera del PRI y el PRD, o si mediante nuevos modelos mentales y de dirección cumple con las expectativas sociales y el rol que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos le asigna.
Me parece que viene un breve periodo (ojalá y así sea) postelectoral, con posibilidad de transferir las inconformidades a los órganos electorales competentes, y después, conforme surja el obvio reacomodo del poder, los posibles candidatos a los diferentes cargos de elección popular que se disputarán en 2024, junto con su nueva dirigencia, deberán fumar la pipa de la paz. No les quedará más que buscar la cohesión interna.
Si el ahora delegado especial en funciones de presidente de Morena en Morelos, César Raúl Ojeda Zubieta (dizque es una “chucha cuerera” en política), y la nueva dirigencia en nuestra entidad, consiguen la “operación cicatriz” sin mayores sobresaltos, todos esperarán las señales de los “nuevos tiempos”, primero hacia la designación del candidato presidencial, y luego se hará lo propio en Morelos.
En nuestro estado, lo he repetido hasta el fastidio, será López Obrador quien designe al candidato o a la candidata. No se hagan bolas. Lo de las famosas encuestas tan cacareadas por AMLO han resultado ser siempre auténticas farsas. Sin embargo, todo puede suceder, por ejemplo, la demostración de fuerzas de alguna corriente interna, opositora a las imposiciones autoritarias del presidente. Esta es una variable posible, nada descartable. Estaremos atentos a los acontecimientos y luego diremos.