Estamos por cumplir tres años de gobierno de la autodenominada cuarta transformación, con muchos más retrocesos que avances y sin ningún cambio sustantivo al sistema político, cuya promesa del progresismo de izquierda no ha resultado más que palabrería, excusas, contradicciones y mentiras. Un gobierno a decretazos, sean legales o simplemente políticos.
Los cambios al régimen político mexicano que pudo haber impulsado Andrés Manuel López Obrador, con la mayoría que tuvo en el Congreso de la Legislatura anterior, nunca fueron presentados. Una auténtica transformación tendría que haber significado modificaciones a la forma de gobierno, y a los sistemas de partidos y el electoral. Solamente ha impulsado la reformulación de la cultura política de participación ciudadana, aunque desde una perspectiva ideológica y excluyente. Dividiendo y enfrentando al país.
Los cambios benéficos, atinados, de la cuarta transformación los podemos encontrar en dos vías. Una, la reforma laboral, y no tanto porque así lo hayan pensado los cuatritransformistas, sino porque es una de las exigencias que contempló el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.
Como sea, esa reforma sí es en beneficio de los trabajadores, de todos en general, no nada más de los que menos ganan, con excepción de las nuevas reglas para el reparto de utilidades, que permitirá a las empresas poner tope a lo que se reparte si así les conviene más.
La otra es la promoción del rechazo a la corrupción, en tanto vicio arraigado en la administración pública y la empresa mexicanas. El problema ahí es que ha sido más discurso que realidad. Y como ejemplo tenemos los cientos de contratos a empresas fantasma, adjudicaciones directas a los nuevos privilegiados del sistema, que han puesto en evidencia que la corrupción, el amiguismo y el compadrazgo, siguen ahí, nada más que ahora en el Tren Maya, las refinerías y el aeropuerto de Santa Lucía protegidas, por decreto presidencial, de la transparencia y la rendición de cuentas, por lo pronto y hasta que la corte resuelva.
Por lo demás, hemos padecido el gobierno de un megalómano que gobierna por decreto, legal o no, apegado a derecho o no, pero que busca hacer todo a su entera voluntad. El nuevo récord histórico de inflación, que esperamos disminuya pronto, la falta de crecimiento y desarrollo, la carencia de inversiones en ciencia y tecnología, el desprecio a las actividades productivas de la sociedad civil y al emprendedurismo, que apenas iniciaba a dar frutos en México, han sido sustituidos por los programas sociales, por repartir el dinero que se genera, con objetivos electoreros y sin que se abran posibilidades de crecimiento real, tanto así que, en lugar de haber menos pobres cada vez hay más.
Y para iniciados
De nueva cuenta la irresponsabilidad de AMLO y de López-Gatell pondrán en riesgo vidas humanas. Desestimar y minimizar los riesgos de la nueva variante de la COVID-19 tendrá consecuencias severas. El triunfalismo del presidente al lograr que el 50% de la población cuente con un esquema completo de vacunación, que es bueno pero insuficiente, y las declaraciones de Gatell, diciendo que la reacción ante la variante Omicron es desproporcionada, sí que darán una falsa sensación de seguridad. No haga caso a estos dos irresponsables, usted sígase cuidando, no baje la guardia, porque ya está visto que ni a López Obrador ni a López Gatell les importa en realidad la salud pública.
¡Que tenga un excelente día!
La información es PODER!!!
