Hoy hablaremos de un tema que nos duele a todas las personas en este país, no hay rincón de esta gran nación donde se sepa que alguien está a gusto con la violencia.
Tema sensible y polémico por su abordaje institucional y político.
Ya nos preguntábamos si la actual presidenta continuará con la estrategia de «abrazos y no balazos» de López Obrador.
La duda, deliberada o no, se proyecta del trazado del Plan Nacional de Seguridad sin diagnóstico claro de la crisis de violencia en el país y de sus alcances para contener el avance del crimen; tema que se encuentra a la vista de cualquier persona.
Se entiende que Plan tiene objetivos y enfoques centrados en atacar los delitos, no en los cárteles, por ello lo hace distinto a los anteriores; también destaca que al frente de la estrategia se encuentra un policía técnico, y no políticos.
Sin embargo, uno de los puntos clave es que el Plan Nacional de Seguridad carece de un diagnóstico claro sobre la crisis de violencia, lo que plantea interrogantes sobre su implementación y eficacia. Y me parece bien que se menciona que la estrategia, dirigida por un policía técnico y no por políticos, busca diferenciarse de enfoques anteriores al centrarse en delitos específicos y en la prevención, en lugar de una guerra frontal contra los cárteles. Y si no se hace nada por la seguridad cualquier esfuerzo no sirve; de manera que la presentación de dicha estrategia a cargo de García Harfuch, en líneas generales y tan sólo 15 minutos, dejó incógnitas que aguardan a los hechos de los primeros 100 días del gobierno en los seis estados donde se estrenará.
La ola de violencia que recibe al nuevo gobierno, derivada de una especie de narcoguerra en Sinaloa o la decapitación del exalcalde en Guerrero, no deja duda del cuidado que se debe tener de los precursores de esa ola.
En aquel acto de presentación de la estrategia, la presidenta enfatizó que la nueva estrategia no volverá a la “guerra contra el narco” de Calderón.
Hubo quienes esperaban que Sheinbaum se deslindara de las políticas de López Obrador, recibieron su estrategia como más de lo mismo.
La inseguridad es el mayor reto para su gobierno. El objetivo de su plan es reducir delitos de alto impacto, principalmente el asesinato y la extorsión, mientras que los cárteles ocupan un lugar secundario en la estrategia.
Su enfoque es distinto por priorizar la prevención y sanción de conductas delictivas más que reemprender una cruzada que sólo atomiza a las organizaciones criminales y agudiza la lucha por el control de los territorios.
La estrategia de Sheinbaum confía en enfrentar estos retos para la seguridad del Estado con dos cambios fundamentales.
El primero, la construcción de un Sistema Nacional de Inteligencia que mejore las capacidades policiacas en el combate al crimen para enfocar la estrategia a “neutralizar” la actuación criminal y la operación financiera de sus redes; y, segundo, la coordinación del gabinete de seguridad con la fiscalía nacional y las de los 32 estados para que la inteligencia policiaca se traduzca en carpetas de investigación, aunque el mayor dolor de cabeza de la extorsión no está considerado como delito grave.
De fondo, su diagnóstico (no explicitado) parte de la idea de que ninguna organización hoy rivaliza con el Estado dado que, si así fuera, el combate a los cárteles tendría que ser más importante que el objetivo de la violencia.
Bueno, este comentario parte de la exposición de la estrategia de seguridad que fue presentada por nuestra presidenta… queda para la reflexión de nuestros oyentes.
INSEGURIDAD MAYOR RETO PARA EL GOBIERNO
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