Cuando escucho decir que Morelos no importa a las élites del poder, que es un estado muy pequeño, con una economía acotada y representa un porcentaje mínimo del electorado a nivel nacional, guardo silencio. No tiene caso discutir con quienes no se percatan de los, por lo menos alrededor, de 180 mil millones de pesos que serán ejercidos a lo largo del próximo sexenio.
¿Nos vamos entendiendo en el por qué, de nuevo, visita hoy la entidad Claudia Sheinbaum, aprovechando el simbolismo del asesinato de Emiliano Zapata para hacer campaña en la zona oriente?
Me explico. Por más que alguien quiera minimizar la relevancia de Morelos en el proceso electoral de este año, es mucho más allá del 2% de la votación nacional lo que estará en juego el próximo 2 de junio.
Por una parte, quizá en la práctica la más relevante en términos reales, esa inmensa cantidad de dineros públicos, en su mayoría provenientes de la federación, servirá para sostener el funcionamiento de las instituciones públicas, con todo y el oneroso gasto corriente que algunas significan. Debería también representar la oportunidad de mejorar la seguridad, la infraestructura, la inversión, el empleo y todo lo demás. Cómo vayan a ser administrados esos cuantiosos recursos dependerá en mucho de quién gane la gubernatura del estado. Digamos que ese es el ideal.
Sin embargo, en nuestra cruda historia electoral, hemos visto políticos voraces, que consideran al erario su oportunidad dorada, la vía para amasar fortunas y despreocuparse por el resto de sus vidas, tanto para ellos, como para su descendencia. Otros, de menores alcances, pero que son muchos, han vivido del presupuesto, de una u otra manera, y no quieren dejar de hacerlo. Por separado, quizá no llame la atención lo que cobran, pero en conjunto sí que nos salen bastante caros.
Por otra parte, en lo que corresponde al proyecto político de la 4T, pensado por Andrés Manuel López Obrador para que dure tantas décadas como duró la hegemonía priista, la derrota electoral en un estado de la República, en la primera ocasión en que habrá cambió de poder gubernamental, luego de haber afirmado que el miembro de sus filas y futuro diputado federal, Cuauhtémoc Blanco Bravo, es un gran gobernador, y a quien ha defendido a contracorriente, asomaría una grieta en el segundo piso que propone su candidata presidencial, aun antes de comenzarse a levantar.
La imagen pública de Cuauhtémoc, no el futbolista, sino el político y gobernante morenista, hace mucho daño a las preferencias electorales al interior de las tierras zapatistas. Si la evaluación de su gestión de gobierno, por parte de los electores, inclina el voto hacia la oposición sería inevitable señalar que fue un error haberlo apoyado y protegido, aunque no lo reconozcan.
Por todo esto, el respaldo de Claudia Sheinbaum a la campaña de Margarita González Saravia se vuelve fundamental. No debe permitirse que Margarita enfrente sola un escenario electoral tan complicado. Para Claudia, un estado pequeño, Morelos, se vuelve un gran reto, un objetivo prioritario, tanto como las demás gubernaturas y el Congreso de la Unión.
Y para iniciados:
Hay nerviosismo en las áreas financieras y hacendarias del gobierno del estado. Ya cayeron en la cuenta de que el circo, la maroma y el teatro no serán suficientes para cuadrar las cuentas de la entrega recepción. Las repercusiones en lo administrativo son lo de menos. Lo que en verdad preocupa son las responsabilidades penales que podrían enfrentar. Y saben bien que lo que no logren cuadrar de aquí a fin del sexenio, ya no lo podrán hacer después. La sombra de la impericia del actual gobierno se va transformando en un monstruo asechador.
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