El 16 de noviembre de 2020, la revista Nexos publicó un ensayo titulado “De la militarización al militarismo”, bajo la autoría de Daira Anaya, maestra en asuntos internacionales y directora general de Global Thought Mx, grupo especializado en temas del extranjero; y Lani Anaya, maestra por la Universidad de Uppsala (Suecia) y consultora de proyectos de paz y desarrollo para la ONU, la Unión Africana y el Banco Mundial.
En el trabajo establecen magistralmente la diferencia entre militarización y militarismo, ante el cada vez mayor empleo de las fuerzas armadas, por el gobierno mexicano, en esferas apartadas de su función establecida en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Las autoras indican que el debate público detonado por la presencia de militares y marinos en tareas otrora realizadas por mandos civiles, revela confusión entre dos procesos ligados entre si: la militarización y el militarismo. Sin embargo, ambos suceden frente a los ojos de la sociedad mexicana, pero uno puede representar el fin de la frágil democracia mexicana.
La militarización puede ser de dos tipos: a) directa, cuando fuerzas militares son desplegadas para participar en labores de control interno; y b) indirecta, la cual se asocia a marcos institucionales en los que las policías civiles adquieren de manera paulatina características militares, entre las que están estrategias de armamento y táctica. “Lo que se pretende rescatar de la definición anterior es que la militarización no se refiere a quiénes realizan funciones de seguridad pública, sino también a cómo se hace”.
Otras definiciones confluyen en que la militarización es un proceso donde se mezclan la presencia de militares en tareas ajenas a la defensa nacional y la utilización de niveles de fuerza que corresponderían a una respuesta armada del Estado ante una amenaza a su integridad.
“Por lo tanto, es relevante entender la militarización como un proceso mediante el cual diversos ámbitos de las funciones primordiales del Estado adquieren lógicas militares, los problemas se observan desde una perspectiva de amenaza o enemigo y se recurre a las dinámicas bélicas para solucionarlos”.
Con la llegada de López Obrador al poder Ejecutivo, las atribuciones que se le han otorgado a la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Marina en materia de seguridad, obra pública y puertos bajo el argumento de erradicar la corrupción, han encendido focos rojos. Esto, más que militarización, representa otro fenómeno: el militarismo.
Señalan las expertas:
“El militarismo es la inserción de militares de alta graduación en el juego de los partidos políticos a causa de la esencial debilidad del sistema representativo, que lleva a grupos políticos a utilizar la fuerza militar para alcanzar sus objetivos”.
“El militarismo es un fenómeno que consiste en la preponderancia del poder militar sobre el poder civil en términos políticos y en donde la esfera castrense influye en la toma de decisiones políticas del Estado más allá de las del sector seguridad y defensa. Mientras la militarización responde a las preguntas quién y cómo, el militarismo responde ‘quién decide sobre quién’ en el sistema político”.
Conclusión: lo que ocurre en México no puede ser encasillado únicamente como un proceso de militarización en el que las dinámicas bajo las que se atienden los problemas de seguridad privilegian el uso de técnicas, tácticas y armamento bélico; sino también como militarismo, debido a que las diversas atribuciones que se le están otorgando a las fuerzas armadas como secretarías de Estado, las colocan por encima de otras instituciones de carácter civil; no sólo en la toma de decisiones sino también en el presupuesto destinado para su funcionamiento.
“La historia en América Latina ha demostrado que el militarismo dejó a su paso los capítulos más oscuros y desoladores de la región. Desde la academia, la sociedad civil y demás actores interesados, tenemos el compromiso de comenzar a llamar las cosas por su nombre, a fin de tomar las medidas más adecuadas en cuanto a delimitación de funciones tanto civiles como militares que nos permitan evitar repetir los errores del pasado”.
¿Usted qué opina, estimado lector? ¿Estamos los mexicanos frente a la militarización o el militarismo? Mientras tanto, el discurso presidencial es de absoluta sumisión, que no respeto, a los altos comandantes de las fuerzas armadas. ¿Quién está tomando las más importantes decisiones? ¿Quién manda en el país?