La semana pasada, en algunas ciudades del país, verbigracia la Ciudad de México, se suscitaron enfrentamientos entre la policía y comerciantes ambulantes que, de alguna forma u otra, quebrantan cualquier número de ordenamientos legales, amén de invadir el espacio público, sí, el mismo que los cuernavacenses y quienes viven en otras localidades de nuestra entidad, perdimos desde hace décadas. ¿En qué momento sucedió esto?
La respuesta: cuando las autoridades municipales en turno se coludieron con líderes de vendedores ambulantes y semifijos concediéndoles licencias espurias, a la postre convertidas en derechos y amparos gracias a los pagos a las tesorerías respectivas. ¿Y ahora qué pueden hacer los alcaldes para contrarrestar, entre otros problemas, las zonas de excepción, las zonas de tolerancia y la pérdida evidente del espacio público? A juzgar por lo visto en Cuernavaca y su zona metropolitana, no pueden hacer nada. O no han querido, ni querrán hacer nada, frente a la magnitud del conflicto… y de los intereses. Seguramente argumentarán que es preferible crear tianguis en el espacio público, en lugar de generar nuevos delincuentes, pero la realidad de fondo son los cuantiosos negocios realizados por los ediles, confabulados con quienes lideran y auspician el ambulantaje y el comercio semifijo.
Antes de continuar quiero referirme a Jürgen Habermas, filósofo y sociólogo alemán identificado por sus trabajos en filosofía práctica (ética, filosofía política y del derecho), de quien existe una magnífica obra titulada “La transformación estructural de la vida pública”, donde, entre otras cosas, hace un profundo análisis sobre el espacio público, un concepto técnico utilizado en ciencias humanas y sociales contemporáneas.
Habermas describe el proceso por el cual “el público, constituido de individuos que hacen uso de su razón, ocupa la esfera o espacio público controlado por la autoridad y lo transforma en espacio (metafóricamente hablando) donde la crítica se ejerce contra el poder del Estado”. El proceso en cuestión data del siglo XVII en Inglaterra (y, aproximadamente, treinta años más tarde en Francia), siglo de desarrollo de la urbanización y de la aparición del concepto de espacio privado en la burguesía de las ciudades. Habermas muestra cómo “las reuniones de salón y los cafés han contribuido a la multiplicación de los debates y discusiones políticas, los cuales gozan de una publicidad por medio de los medios de comunicación de la época (relaciones epistolares, prensa naciente)”.
En concreto: el espacio público es el lugar donde cualquier persona tiene el derecho de circular, en oposición a los espacios privados, donde el paso puede ser restringido, generalmente por criterios de propiedad privada, reserva gubernamental u otros. Por tanto, espacio público es aquel espacio de propiedad pública, dominio y uso público.
¿Pero cuál es la realidad de Cuernavaca y otros municipios morelenses? Tocante al caso de la capital, el denominado Centro Histórico está convertido en un gigantesco tianguis, cuya principal característica es la anarquía y el quebranto de normatividades.
Para el Ayuntamiento presidido por Antonio Villalobos Adán ha sido imposible controlar el crecimiento de este tipo de actividad económica. La administración ha buscado reordenarla, sin conseguirlo, debido a las cantidades millonarias en juego. El desorden del comercio semifijo y ambulante inunda el primer cuadro de la ciudad y las principales calles aledañas, algunas de ellas muy importantes por la alta densidad de transeúntes y el flujo vehicular.
Ya en anteriores ocasiones hemos aludido la manera criminal como la Plaza de Armas y el Jardín Morelos están poblados por comerciantes, de lo cual esos espacios públicos descansaron algunos meses por la pandemia. Además de las plazas públicas, los comerciantes son dueños de las calles Degollado, Avenida Morelos, Aragón y León y Matamoros, a las afueras del antiguo Congreso estatal. Ojo: solo nos estamos refiriendo al centro de la ciudad, pero infinidad de colonias están plagadas de zonas de exclusión, de zonas de tolerancia.
Estaremos atentos a las decisiones que tome el nuevo presidente municipal de Cuernavaca a partir del 1 de enero próximo, el abogado José Luis Urióstegui Salgado, quien deberá buscar y encontrar el respaldo de toda la sociedad local, a fin de resolver, no solo la problemática del ambulantaje, sino otras más latentes desde hace décadas.