En mis albores como reportero y formando parte del equipo de Don Jaime Morales Guillén en Línea Caliente, se me comisionó para hacer la cobertura de la gira preelectoral del entonces candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI), José López Portillo. Transcurría el año de 1976.
Tras recorrer varios municipios de nuestra entidad, López Portillo hizo un resumen de sus actividades, teniendo como marco el otrora Cine Ocampo, donde manifestó que se iba preocupado, pues encontró a un Morelos socialmente dividido, sin cohesión interna y con el tejido social dañado. Posteriormente se dirigió a los priístas locales, de quienes expresó que los notó sumidos en la orfandad política, ello derivado de los permanentes conflictos entre los grupos de aquella época que, por cierto, fueron casi los mismos que contribuyeron a la estrepitosa derrota del PRI en el año 2000, cuando perdió la gubernatura y no la ha vuelto a recuperar.
Al concluir el sexenio de Felipe Rivera Crespo e iniciar el de Armando León Bejarano en mayo de 1976, el PRI no tenía oposición, era el partido único, hegemónico, todopoderoso; fue cuando escuché por primera vez la frase acuñada entre los priístas y la “clase política” local a propósito de aquellas rupturas: “los morelenses practican el canibalismo”. Es decir, no les importaba mantener el divisionismo interno que, infortunadamente para ciertos militantes deseosos de servirle a la sociedad, continuó muchos años más.
No vayamos lejos en la historia. Para la designación del candidato tricolor a la gubernatura en 2012 se registraron 12 candidatos y apareció de nuevo el conflicto para elegir al abanderado definitivo, entre los grupos de Amado Orihuela Trejo y Manuel Martínez Garrigós. Aquello contribuyó a darle la puntilla al PRI. En 2012 concluyeron los 12 años de la era panista; siguió Graco Ramírez al frente del perredismo, y en 2018 arribó Cuauhtémoc Blanco Bravo, a quien todos los grupos del Revolucionario Institucional siempre subestimaron.
Aquí cabe la siguiente pregunta: ¿Aprendieron algo los priístas de las múltiples experiencias y fracasos electorales desde 2000 hasta 2021? En lo personal, me parece que no. A los abundantes grupos del PRI no les ha servido de nada mantenerse en la oposición, pues, entre otros vicios, sus principales líderes siguen presumiendo “estar más fuertes que nunca”, lo cual es falso de toda falsedad. Los cabezas de grupos siguen acostumbrados al golpe bajo, a la traición, a las patadas bajo la mesa, al divisionismo, a las negociaciones turbias, al atraco (se roban las pocas prerrogativas públicas que reciben), etcétera.
Los resultados electorales para el PRI en los comicios del 6 de junio del año en curso fueron deplorables. Y es en este contexto donde acaban de darle una patada en el trasero a Jonathan Márquez, quien durante algunos meses se apoderó del partido, de manera autoritaria, cerrando las posibilidades de participación a candidatos rentables quienes, en venganza, coadyuvaron con otros partidos a generar el voto útil, o sea, los votos en contra de tal o cual candidato tricolor, en puntos específicos de Morelos.
Es muy importante subrayar que el cambio generacional dentro del PRI se ha dado con demasiada lentitud y sin que los grupos abandonen sus antiguos vicios, citados líneas atrás.
En lugar de Jonathan Márquez el Comité Ejecutivo Nacional nombró este miércoles a Carlos Rebolledo Pérez como presidente interino, quien, según un comunicado oficial del partido, “asumirá la responsabilidad de conducir el proceso de renovación de la dirigencia estatal del Revolucionario Institucional para el periodo estatutario 2021-2025”. Lo anterior significa que Rebolledo tiene poco tiempo para sentar las condiciones, sobre todo de cohesión interna, a fin de sacar adelante el proceso, lo cual representará para él un enorme desafío. Rebolledo forma parte del cambio generacional tan necesario en el partido tricolor.
Ya veremos, además, el comportamiento del nuevo delegado del CEN del PRI en Morelos, Ricardo Aguilar Castillo, cuya actividad política la ha desarrollado fundamentalmente en Puebla. Se supone que es una “chucha cuerera”, lo cual deberá demostrar en los meses venideros. Puedo asegurarles que la mayoría de enviados especiales del Comité Ejecutivo Nacional vinieron a Morelos a veranear, a disfrutar de sus espléndidas condiciones naturales y muchas veces a abusar de la hospitalidad de los morelenses. Algunos retornaron enriquecidos a sus lugares de origen. El mentado delegado no es garantía de cohesión, aunque se le concede el beneficio de la duda.