Los hechos sangrientos acontecidos entre el pasado lunes y la noche de ayer, más allá de darnos mucho para el análisis sobre estadísticas, deberían animar nuestra reflexión, despertar una profunda indignación y la condena social generalizada. Y todavía nos faltan, estos impredecibles viernes, sábado y domingo para completar la semana.
De no ser así, los vaticinios de estarnos convirtiendo en una comunidad donde la violencia, cada vez más, se conciba como parte de la vida cotidiana, lo cual se ha dado por denominar “normalización”, destruye y desalienta la esperanza de reconstruir la paz y la tranquilidad, alguna vez insignia del estado de Morelos.
Efectivamente, suceden hechos violentos en todos los municipios. Pero Cuernavaca, Cuautla, Jiutepec, Temixco y Xochitepec sobresalen en el terror desatado por los crímenes, ya bien registrados oficialmente o comentados en los medios y las redes sociales.
Las respuestas de las autoridades, sea por la masacre de cinco personas en Huitzilac, el asesinato de las tres mujeres, en Jiutepec, dos de ellas policías de Cuernavaca, el balaceado con una veintena de tiros en Sacatierra o el taxista atacado ayer en Acatlipa -y ya mejor ni seguimos con otros ejemplos… las respuestas son las mismas y no satisfacen ya a nadie en lo general, menos a los familiares y amigos de las víctimas, en lo particular.
Escenas como la procesión y las honras fúnebres para despedir a los integrantes de la planilla morada, bajo la vigilancia y protección de vaya usted a saber cuántos elementos de la Guardia Nacional, el Ejército y la Policía Estatal sí dan cierta garantía para la prevención de una tragedia todavía peor, como ha ocurrido en otros estados de la República. Sin embargo, esos elementos serán retirados del municipio, la protección no será para siempre, como sí lo serán el impacto, el trauma y los miedos entre los pobladores.
La estrategia de seguridad, la actual o una nueva, cual sea, debe funcionar y dar resultados ya, en lo inmediato y no poco a poco. No en la disminución de ciertos indicadores y porcentajes. No en la defensa discursiva, reconociendo, evadiendo y menos ocultando. Esoes responsabilidad de las autoridades. Da igual si estamos, en lo personal, de acuerdo o no. Quienes dicen saber cómo enfrentar y resolver la problemática de la inseguridad, pues, son los jefes policíacos, contratados por sus jefes políticos, al final, los últimos responsables, jurídica y políticamente hablando.
A nosotros, ciudadanas y ciudadanos, nos toca apoyar y colaborar. Tenemos conciencia, no es nada fácil. Menos después del rotundo fracaso durante los sexenios anteriores. Sí, claro, pero den resultados. Difícilmente alguien negará su voto de confianza a las nuevas autoridades. Por algo votaron por ustedes o los designaron en sus cargos. No obstante, ese respaldo popular no es incondicional y para nada eterno.
Toda la semana hemos estado entre las notas y columnas más importantes en los medios de comunicación nacionales. Pero no por la realización de un magno evento artístico, cultural, sino por asesinatos y denuncias de corrupción. Ojalá, eso cambie y pronto.
Y para iniciados:
Antiguos amigos y aliados, Hugo Éric Flores Cervantes y Cuauhtémoc Blanco Bravo, pronto habrán de enfrentarse, como hicieron después, pero ahora en calidad de pares, ambos diputados federales plurinominales de Morena. El primero, nos consta personalmente, se dijo amenazado hasta de muerte por el entonces gobernador, acusó desgobierno y una completa conspiración para robar todo cuanto pudieran durante ese sexenio. En pocas palabras, no se refirió a él como gobernante, sino como delincuente. El segundo, fue visto la última vez en una actividad política, el pasado 11 de diciembre, en la Cámara de Diputados. Hasta hoy, no ha respondido. No ha hecho ninguna declaración. Nose ha defendido de las acusaciones. ¿Cómo dice aquel famoso refrán? ¡Ah, sí! El que calla…
