Actualmente México vive una crisis de inseguridad, violencia, corrupción y trasgresiones a los derechos humanos, que en muchos de los casos no son investigados ni mucho menos castigados, es decir, quedan en impunidad. Siendo lo más alarmante que los actos delictivos siguen proliferando, circunstancia que genera que los miembros de la sociedad perciban que la impunidad es galopante y los delitos que se cometan queden sin consecuencia jurídica alguna, dando paso al fenómeno de la normalización de la violencia.
Para hacer una mejor acotación, la normalización de la violencia es una situación de urgencia para el Estado, pues se caracteriza por aceptar y tolerar cualquier tipo de actuación ilícita por más grave que sea; esto es, que los hechos violentos son adoptados como parte de la vida diaria, como si fuera una cuestión intrínseca, normal y en algunos casos hasta redituable.
El origen de este problema se debe a múltiples factores como: la disputa del control de territorios entre diferentes grupos de la delincuencia organizada, la falta de oportunidades laborales y de emprendimiento, la pobreza y la corrupción que ha caracterizado a los distintos niveles de la administración de justicia y de las autoridades gubernamentales.
Además, por absurdo que parezca, otro factor determinante de las conductas delictivas surge de la exaltación de la violencia y del narcotráfico en la música, series y películas. Donde se aportan factores que inspiran a la audiencia al uso de la violencia como una herramienta para alcanzar los objetivos de vida, incluso los delincuentes se convierten en un modelo a imitar por los espectadores.
Y es que, no es novedad que todos los días la sociedad mexicana se encuentra obligada a convivir con actos de ilicitud, ya sea de manera directa al presenciar una situación de violencia o bien de forma indirecta a través de redes sociales o medios electrónicos, incluso mediante publicaciones de notas rojas en prensa escrita.
Las violaciones de los derechos humanos, la explotación infantil, el homicidio, la tortura y los crímenes de odio se presentan, cada vez de manera más frecuente y de forma cínica, el ser víctima de este tipo de actos ha generado diversos problemas de salud, como es el caso de la depresión, ansiedad o estrés, el abuso en el consumo de bebidas alcohólicas, la alteración del sueño y en los casos más extremos, el suicidio.
En otro escenario, diversas personas optan por la indiferencia, pues ante la existencia de un hecho violento que no los ataca de forma directa, prefieren actuar de manera indolente, restando valor a lo sucedido, como si se tratara de un hecho aislado. Lo que sucede en atención a que, la violencia ha sido tan normalizada que cada acto delictivo pareciera ser un acontecimiento más en un día como cualquier otro.
Lo antes referido, representa un gran desafío para las autoridades, pues no basta el desentrañar el origen de la normalización, sino que, además es necesario emplear las acciones adecuadas que permitan contener a los grupos delictivos, pero además, que logren concientizar que la apología del delito afecta gravemente a niñas, niños, adolescentes y jóvenes, los cuales representan el presente y futuro de la sociedad.