El presidente de la Mesa Directiva del Congreso local, el diputado Francisco Erik Sánchez Zavala, llamó ayer a resolver las diferencias (seguramente políticas) para engrandecer a México y a Morelos, al encabezar la sesión solemne realizada en la conmemoración del CCI Aniversario de la Bandera, “el mayor símbolo de unidad y orgullo nacional”. Y agregó: “Los diputados de Morelos entendemos que los acuerdos políticos trascendentes se logran a través de un diálogo constructivo, basado en la reciprocidad, que ponga en el centro a la persona humana y a las familias morelenses”. Muy bien por estas expresiones del ex presidente municipal de Yecapixtla, pero mal porque el diálogo y la negociación siguen ausentes en el Congreso morelense. Ahí dos bandos se disputan el control absoluto del Poder Legislativo, aplicando la deplorable máxima de “ganar-ganar”, lo cual dista mucho de un diálogo y negociación exitosos.
Aquí quiero referirme, aunque sea de manera apretada, a la negociación, sobre todo a la negociación en política. Se trata de un “proceso de comunicación voluntaria o forzosa entre dos partes cuyo objetivo es la satisfacción de sus respectivas necesidades mediante el diálogo y la conciliación de posiciones o intereses discrepantes.” Sin embargo, muchas veces se tuercen o resquebrajan esos procesos ante la ausencia de vasos comunicantes, es decir operadores hábiles. Y todo apunta a que en el Congreso local no existen esos operadores, sino personajes hostiles, beligerantes, con actitudes seguramente caciquiles.
Teóricamente, la negociación constituye, para los actores políticos, una herramienta fundamental si es que de manera legítima buscan evitar conflictos y/o resolverlos mediante acuerdos que propicien la igualdad y la predictibilidad, especialmente cuando se negocia en zonas de incertidumbre.
Al respecto decía Winston Churchill: “En política los tiempos son más importantes que en gramática.” En el mismo tenor alguien acuñó la siguiente frase: “Entre los grandes no se pelean, se ponen de acuerdo”, la cual engloba bastante sabiduría. Y en su libro “Todo es negociable” (Editorial Planeta, México, 1984), Herb Cohen escribió:
“¿Qué es la negociación? Es el uso de la información y el poder para afectar comportamientos dentro de un ‘remolino de tensiones’. Si se piensa en esta amplia definición, uno se da cuenta que de hecho se negocia todo el tiempo, tanto en el trabajo, como en la vida privada.”
Y según mi punto de vista, si las relaciones son continuas, la gente llegará a acuerdos mediante la cooperación creativa.
En su libro “Todo es Negociable”, Herb Cohen reflexiona en que siempre es posible establecer acuerdos benéficos, prácticamente bajo cualquier circunstancia. La negociación es la comunicación en la búsqueda de acuerdos entre dos o más partes, cuando simultáneamente se presentan intereses antagónicos y afines.Cada quien adopta una posición, la defiende, hace concesiones y se compromete.
De esta definición podemos rescatar un elemento básico del cual debemos partir: sin comunicación es imposible llegar a una resolución mutua. Lo central es que alcancen un nivel óptimo y salgan satisfechos, lo cual significa ganar y ceder en parte. Es obvio que alguien no cumple en el Congreso con su trabajo de manera eficaz. Están rotos los vasos comunicantes y prevalece el conflicto.
El principal problema, ahora, es moderar la emocionalidad, pues en muchas ocasiones se ha visto la obstinación, en los dos bandos beligerantes del Congreso, de imponer su voluntad en el juego y obligar a los de enfrente a hacer lo que el contrario proponga. Esa fórmula, a juzgar por lo ocurrido y los magros resultados, no ha servido de nada. La fórmula de “ganar-ganar” no sirve.
