A escasos dos meses y fracción de iniciada la LV Legislatura de Morelos, por lo menos uno de sus 20 integrantes está exhibiéndose, demasiado prematuramente, como un auténtico tigre de papel. Me refiero al diputado del Partido Nueva Alianza (PNA), Agustín Alonso Gutiérrez, ex presidente municipal de Yautepec y presidente de la Comisión de Hacienda de dicho cuerpo colegiado.
Recientemente emitió la siguiente declaración, frente a sus paisanos yautepequenses y demás compañeros legisladores: “¡No me voy a rajar, ni me van a callar!”. Se trató, pues, de una exclamación quizás contestataria y reivindicatoria, pues hubo quienes la relacionaron con el desencuentro de Alonso con el titular de la Comisión Estatal de Seguridad (CES), José Antonio Ortiz Guarneros, hace varias semanas.
Antes de continuar, desglosemos lo que significa la expresión “tigre de papel”, aplicable a algo que aparenta ser una amenaza o atemorizante, pero que en realidad es inofensivo.
Mao Tse-Tung, el singular líder chino, utilizó ese término en una entrevista concedida a una periodista de Estados Unidos en 1956, para calificar al imperialismo de ese país.
Mao consideraba que todos los reaccionarios y aquellos que incursionaban en posiciones extremas eran “tigres de papel”. De acuerdo con Mao, quien encabezó la Revolución china a partir de 1949, esos tigres eran “superficialmente poderosos, pero propensos al desmoronamiento repentino”.
Osama Bin Laden, uno de los peores enemigos de Estados Unidos (y del mundo), abatido durante la administración del presidente Barack Obama en 2011, utilizó esa frase para definir a la milicia estadunidense: “Nosotros tenemos la religión, tenemos el Islam. Puede que el soldado americano tenga las mejores armas del mundo, pero en su interior hay un vacío espiritual; es un tigre de papel”.
Donald Trump ha sido un tigre de papel. En efecto, los primeros días de su gobierno se mostró como un felino feroz, enseñándole las garras y los colmillos a México y al mundo. Pero esa impresión duró poco. Antes de terminar su cuatrienio nadie le tenía miedo. Y si no me creen, pregúntenle a Vladimir Putin.
Eso mismo le está sucediendo a Andrés Manuel López Obrador, a quien cada día más y más gente le pierde el respeto. La columna vertebral de la Cuarta Transformación, o sea las conferencias de prensa mañaneras, han perdido credibilidad a vertiginosa velocidad.
En el Congreso del estado hemos visto el paso de decenas de legislaturas y nunca han faltado los tigres de papel. Se me viene a la mente uno de los más conocidos: Fidel Demédicis Hidalgo, a quien, durante una importante sesión y cuando hacía uso de la tribuna, alguien del auditorio le gritó “¡Ya cállate Capulina!”, provocando estrepitosas carcajadas hasta entre los invitados especiales. Y ni qué decir del pasado reciente, con José Casas González, quien rápidamente se evidenció como un diputado belicoso, iracundo y traidor.
Agustín Alonso Gutiérrez tiene un estilo contestatario, belicoso, excluyente y dizque intimidante, ante lo cual requiere reflexionar sobre las siguientes expresiones de Mao Tse Tung (si quiere): “El imperialismo es un tigre de papel”. Tiempo después, Mao reiteró la frase durante una conferencia de prensa: “¿No fue Hitler un tigre de papel? ¿Y acaso no fue derribado? El zar de Rusia, el emperador de China y el imperialismo japonés fueron tigres de papel”.
La frase ingresó al repertorio internacional como una acertada metáfora aplicable a quien amenaza para ocultar su debilidad. Un felino ruge, y muestra garras y colmillos, pero, llegado el momento de actuar, no resulta más que… un minino de cartulina. ¡Aguas!
¡Más rápido cae un hablador que un cojo!