Es tiempo de misivas sospechosas. Primero la carta que los abogados del Mayo Zambada difundieron a los medios, donde el presunto narcotraficante da su versión sobre cómo fue secuestrado y llevado a Estados Unidos para ser detenido, al costo, según él, de varias muertes durante el operativo.
Luego, tres semanas antes de que se dicte sentencia en un largo juicio en Nueva York, donde permanece recluido desde hace cinco años, una carta hecha pública por la defensa del exsecretario de Seguridad Pública de México, Genaro García Luna, acusó al Presidente de tener vínculos con grupos del crimen organizado.
El escrito generó una onda expansiva que llegó hasta Palacio Nacional, donde el todavía presidente Andrés Manuel López Obrador se defendió con el fraseo que ha hecho que todo se le resbale a lo largo de seis años: “no hay pruebas”, “nosotros tenemos autoridad moral”, “están desesperados”.
Argumentación, por cierto, muy parecida a la que el exfuncionario calderonista expresa en su alegato. Él también señala que ha sido enjuiciado sin una sola prueba y que su honor sigue intacto.
Lo cierto es que no son las primeras acusaciones de este tipo contra el Presidente. Periodistas e investigadores de primer nivel, incluso medios internacionales, han expresado sus sospechas sobre el tema.
Faltan, eso también es cierto, pruebas contundentes. Ya sabemos que en los negocios criminales todos los tratos son a la palabra y los testigos duran poco tiempo vivos. Pruebas, lo que se dice pruebas, casi nunca hay.
Sin embargo, el propio mandatario alimentó de principio a fin de su gobierno los rumores, por su trato deferente a los capos, a las mamás de los capos, y por episodios como sus visitas recurrentes a Badiraguato y otros puntos de la llamada zona dorada del narcotráfico.
Ahora falta apenas una semana para que López Obrador deje la Presidencia.
Hay quienes suponen que lo que no querrá dejar es el poder.
Pero lo cierto es que al abandonar su presencia obsesiva ante los medios de comunicación, necesariamente su estrella tenderá a menguar.
Cuando esto suceda, todas estas acusaciones tomarán su real dimensión. Y ya no tendrá a su disposición el ahora Presidente, todo el aparato del Estado para protegerlo.
Veremos entonces qué ocurre.