Escuché en entrevista radiofónica a Jesús Ortega sosteniendo que «sólo hay de dos sopas» o se es de izquierda o se es de derecha, en otras palabras, o se está con el PRD o en su contra, no hay más.
¿Realmente son los partidos políticos, con toda la opacidad que los caracteriza, los que tienen que decirnos a los mexicanos qué es lo que necesitamos? ¿Es coherente que nos pidan nuestro voto y nuestra confianza cuando no confían ni en ellos mismos? ¿Debemos creerles cuando se desgarran las vestiduras indignados por las ofensivas condiciones de pobreza de millones de mexicanos, pero saltan como muy ofendidos y agresivos cuando se les habla de reducir el enorme gasto que se destina para su manutención? ¿Debemos creerle a los chapulines que un día militan en un partido sosteniendo que es la solución a todos nuestros problemas y cuando no obtienen ese anhelado hueso dan la vuelta y saltan con el enemigo repitiendo su discurso, pero al revés? ¿Y a los otros, los que los reciben con los brazos abiertos y los hacen sus candidatos, cuando un día antes los señalaban como enemigos, corruptos, dinosaurios, etcétera… «ayúdame a ganar sin importar de dónde vengas ni qué tan sucias tengas las manos»?
Es como si nos prohibieran pensar, cuestionar. Como si tuviéramos vedado el analizar las cosas buenas y malas de uno y otro partido. ¿Y la tolerancia? ¿Y la democracia? Y el respeto a los ciudadanos? Y ya no digamos las convicciones, los propósitos sociales, la justicia social? Los más pobres, esos que solo son visibles a través de su voto, esos que son carne de cañón electoral, pero que no pasan de ahí, donde está la preocupación por ese sector de la población? Estas preguntas les recuerdo amables escuchas, guárdenlas, porque son vigente hoy y serán vigentes mañana si quienes han empezado a ser postulados a los cargos de elección popular sólo entran por la competencia sin sentido, por el ánimo personal o de un color partidista, pero también tengamos presentes esas interrogantes y todas las muchas que podríamos hacer en este momento y no formulamos por la brevedad del tiempo de colaboración, pero todas serán válidas siempre que las y los candidatos empiecen la carrera de las traiciones desde a su palabra y a los colores que les dieron acogida en su momento, a los ideales y a la justicia social, así también la carrera del descarte por los que querían y no serán, por aquellos y aquellas que gustan del chapulineo, y el olvido de colores y convicciones; a nosotros como ciudadanos y electores nos queda el papel más importante a desempeñar desde ahora, que es analizar, reflexionar y decidir a quien su y a quien no merecemos para que nos gobiernen, que no es cualquier cosa, no dejemos que nos deslumbren con los espejitos de siempre que son falacias, tampoco con lo que ya por derechos nos corresponde y nos venden como la gran panacea a nuestros problemas, exijamos coherencia, congruencia y trabajo cierto y seguro de quien quiera “contratarse” a las candidaturas y luego decidamos por quien realmente merece nuestra simpatía traducida en voto.
Ojo, mucho ojo, este es un tiempo de revelaciones de las verdaderas intenciones de quienes se enfilan a las candidaturas.
