Mientras el desquiciado personaje que habita la Casa Blanca en Washington prosigue firmando órdenes ejecutivas que intentan darle forma a su realidad alterna, para el gobierno de México transcurre una breve pausa graciosamente concedida en la aplicación de aranceles a nuestras exportaciones hacia Estados Unidos.
No estamos, lo hemos dicho, ante una guerra comercial, ni los aranceles tienen en este caso su origen en la relación de intercambio entre nuestras naciones.
Detener la migración que intenta desplazarse al país del norte, y el flujo de drogas, en particular el fentanilo, son los objetivos reiterados de la administración trumpista, desde donde se ha acusado al gobierno mexicano de ser aliado de las bandas que lo trafican.
No hubo en la conversación entre presidentes, que se sepa, aclaración alguna de esta imputación, ya no digamos una disculpa, de ésas que desde Palacio Nacional se ha acostumbrado exigir hasta por agravios centenarios.
En cambio, acá se festejó como una victoria lo que fue descrito por ambas partes como una simple pausa, es decir, un periodo de gracia antes de cumplir una amenaza que no se ha cancelado, sino que sigue en pie y estará condicionada a la voluntad y el criterio del gobierno norteamericano.
En paralelo, en sus mensajes públicos, la Presidenta Sheinbaum habla del espíritu intervencionista, que no lo identifica pero no hace falta, frente el cual reitera la fortaleza de la nación, la defensa de la soberanía y de la patria.
A muchos observadores les saltó la incongruencia de que mientras se enfatizaba en esta posición de defensa nacional, en el aniversario de la Constitución, a la ceremonia oficial no se invitara al Poder Judicial; peor aún, que mientras se marginaba a la Presidenta y a los demás integrantes de la Suprema Corte, a quienes si se invitara, recibiera y saludara fuese a las ministras afines a la 4T. Así, lo que debió ser una asamblea republicana se convirtió en una congregación de amigos, de militantes políticos, en un evento partidario.
Con estas formas, será muy difícil lograr el fortalecimiento nacional y del gobierno, que se pretende ante los embates de Trump.
Los dioses ciegan a los que quieren perder, dice el milenario proverbio griego.
Eso puede estar ocurriendo con un régimen ensoberbecido que piensa que en verdad puede resistir una agresión extranjera sin buscar consensos, sin buscar la unidad, y marginando a todos quienes tiene una visión distinta del mundo y de la nación.
Entretanto, ha transcurrido ya una semana del mes de pausa. Y el tiempo pasa.