Lo ocurrido entre el 1º de febrero y el día de ayer entre los gobiernos de México y los Estados Unidos ni tiene una explicación sencilla ni debe ser minimizado. No puede ser reducido a un simple: ya ven, no pasó nada, porque sí pasó y seguirá pasando, probablemente mucho más todavía.
Donald Trump suspendió temporalmente la imposición del 25% de aranceles a los productos mexicanos. Mucho cuidado, la tasa arancelaria está suspendida, no retirada. La amenaza sigue en pie. Su aplicación o no dependerá del cumplimiento, por parte del gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo, en un primer momento, a las demandas del gobierno norteamericano sobre migración ilegal y combate al crimen organizado y, después, en el cambio de condiciones sobre el tratado comercial entre ambas naciones.
Resulta en una conmovedora ingenuidad dar a los anuncios de ayer la calidad de acuerdos bipartitos, tomados en una llamada telefónica entre Sheinbaum y Trump. Eso no funciona así. En realidad, se trató de una lista de exigencias procesadas por los interlocutores de ambos gobiernos, entre el sábado y el domingo, de entrada, aceptadas por los funcionarios mexicanos y, ya el lunes por la mañana, ratificadas en la conversación telefónica, para hacer el anuncio público de inmediato.
El gobierno de Sheinbaum Pardo esperaba fueran suficientes las medidas tomadas por su gobierno en los últimos dos meses, como las detenciones de ciertos capos, los decomisos de drogas, el desmantelamiento de laboratorios clandestinos y los esfuerzos para impedir la llegada de caravanas de migrantes centroamericanos a la frontera norte.
Pero, todo eso junto, no solamente fue insuficiente para Trump, sino, encima, lanzó una mediáticamente demoledora acusación contra el gobierno mexicano de estar coludido con los carteles del crimen organizado. Habrá para quienes ese señalamiento no represente ninguna novedad. Al contrario, sólo sea visto como la confirmación desde el extranjero de un secreto a voces en el interior.
Sin embargo, para Claudia Sheinbaum sí representó un fuerte golpe, pues no proviene de algún partido o adversario político. La hace el presidente más poderoso del mundo y, a la vez, la voz más influyente en las relaciones comerciales con su principal socio internacional. La presidenta, en un mensaje a la nación, lo calificó como una calumnia, llamando al mismo tiempo a la unidad en defensa de la soberanía y la independencia mexicanas.
Para el gobierno mexicano será un mes con posibilidades de negociar y llegar a acuerdos. Para el de los Estados Unidos, un plazo a fin de revisar el cumplimiento de sus exigencias. No tiene mucho para a dónde hacerse el equipo de la presidenta. O cumple en materia migratoria y, particularmente, en el combate frontal al crimen organizado o las amenazas de Trump se harán efectivas, pues ni la atención a las causas de ambos problemas ni la política de los abrazos, son del interés del poderoso grupo dominante en las tierras de nuestro vecino del norte.
El episodio mexicano es sólo una parte de la estrategia geopolítica de Trump, importante, pero solamente uno de sus capítulos. De eso hablaremos en otra ocasión.
Y para iniciados:
No bien se comienza a creer en cambios sustantivos respecto al papel y las acciones de los cuerpos policíacos, cuando de nuevo sale a la luz alguna videograbación de abusos cometidos por algunos de sus integrantes. Jiutepec, vuelve a ser el escenario del uso excesivo de la fuerza, ahora contra dos jóvenes que, se dice, se hacían pasar por miembros de una banda delictiva. Los jóvenes deberían entender que la delincuencia no es un juegoy los policías que no deben excederse. Desde nuestra perspectiva, ambos merecerían ser sancionados. A ver qué dicen las autoridades.
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