Comenzó con un libro, me regalaron en la Navidad un libro titulado: “Historia Mundial de la Megalomanía”; la megalomanía, es una enfermedad psicopatológica caracterizada por fantasías delirantes de poder, auto proclamación de talentos y logros, explotación y aprovechamiento de los demás para beneficio personal, egocentrismo, así como incapacidad para empatizar con los demás.
El libro describe la personalidad de gobernantes en diversos países y en distintos tiempos de la humanidad y todos obsesionados con el poder, incluidos quienes han realizado actos inhumanos para conservarlo. Comencé a leerlo y por semejanzas y coincidencias en puntos específicos, inevitablemente asocié y me dije: ¿será mera casualidad?
El autor afirma que la historia registra hombres que han gobernado con obstinación a imponer a su pueblo, el culto a la personalidad pues se atribuyen y combinan cualidades y características divinas con las humanas al creer que son: “…seres únicos llamados por el destino, a cumplir grandes hazañas…se ven rodeados de sicofantes que los adulan constantemente…y…consideran como enemigos mortales a todos aquellos que critican o disienten”.
Aparecen personajes de monarquías teocrático militares milenarias como las de Egipto, Mesopotamia, Persia, dioses de carne y hueso en Grecia, emperadores en China y en la cronología vemos a Calígula, Nerón, Napoleón, Hitler, Mussolini, Franco, Stalin, Mao y llega a los dictadores de Latinoamérica en Venezuela, Brasil, Argentina, Cuba, Chile y etc.
Este libro, “Historia Mundial de la Megalomanía”, trae en sus casi 400 páginas, un apartado dedicado a la hegemonía priista que inició en 1929 y concluyó en el año 2000 y dice que los presidentes en México gozaban de amplias facultades legales y “metaconstitucionales”, resaltando a Miguel Alemán, Luis Echeverría y López Portillo y tiene un capítulo que, en lo particular, me llamó sobre manera la atención y se titula: “Populismo latinoamericano y culto a la personalidad”.
Antes de transcribir algunos párrafos, debo mencionar que he conocido a personas que la historia les aburre, causa tedio y fastidio, pero desconocerla y omitirla de manera voluntaria es peor, porque si se olvida, suprime o censura, los errores se repiten y las quejas, lamentos, lágrimas y hasta los funerales, vuelven, reinciden y se reiteran.
En el capítulo “Populismo latinoamericano y culto a la personalidad”, se resalta el fenómeno del caudillismo embadurnado en democracia, lo define como “antioligarquía, popular y nacionalista”; menciona literal, que: “…el populismo está ligado esencialmente -y sin paliativos- al destino de un líder con empuje carismático a quien sus seguidores consideran providencial y, a diferencia del caudillo militar, cobra fuerza no de las armas ni de la fama forjada en los campos de batalla (como ocurría en el siglo XIX), sino de una robusta legitimidad electoral de origen que desprecia flagrantemente las reglas institucionales del Estado de derecho una vez instaurado al frente del gobierno”. Esto me suena familiar… ¿Será mera casualidad?
Este libro fue editado en el año 2014 y en la disertación de este capítulo: “Populismo latinoamericano y culto a la personalidad”, el autor hace énfasis en que hay un “Decálogo del Populismo” y se lo atribuye al historiador Enrique Krauze y, sobre ese estudio, el autor dice que se puede reducir a “…dos mandamientos principales. En lo político, la exaltación de un caudillo; en lo económico, la promoción irresponsable de metas irrealizables”. ¿Quizá otra casualidad?
Hay párrafos que semejan premoniciones, sino fuera porque anticipa su enfoque al “Populismo”, pensaría en casualidades y, ejemplo de ello es lo siguiente: “…se limita a vivir del inmediatismo, de eso que los estudiosos de las políticas sociales llaman “asistencialismo”: la entrega masiva de paliativos de corto plazo como alivios efímeros a los desheredados, sin atacar de fondo los problemas estructurales que causan pobreza y marginación social”.
Hay más: “…El Populismo finge bien ser progresista. Por eso cautiva a los jóvenes, a intelectuales y a toda esa gente buena y solidaria que tiene la convicción de que el pobre pueblo es víctima de una conjura…” -y en otra parte dice-: “…hacen malabarismos para justificar con sofismas a grotescos autócratas que utilizan el concepto PUEBLO como si fuese una esencia supraindividual, una unidad perfecta. El líder, su partido y la nación constituyen un todo sin fisuras. En el populismo molesta la división de poderes, la alternancia política, la independencia de la justicia. El pueblo se debe al líder, y el líder, se supone, se debe al pueblo”. ¿Otra casualidad?
Un párrafo más para concluir y que esto no sea “spoiler” o destripe. Dice: “…La culpa de todo siempre está en otra parte, con los malos, con los intereses foráneos, con los oligarcas, con las mafias…lo único que cabe es quejarse y protestar…la idolatría al líder es fundamental en el funcionamiento de la fórmula populista, en virtud del sagrado binomio caudillo-pueblo, pueblo-caudillo, en el que el pueblo y su líder son la misma cosa y donde no hay más ley que la del pueblo y, por lo tanto, el jefe puede cambiarla o violarla cuantas veces lo desee, porque lo hace por voluntad del pueblo.”
El que escribió este libro bajo un reconocido sello editorial, se llama, Pedro Arturo Aguirre y a la persona que me lo regaló le pregunté: ¿ya habías leído a este autor? -me respondió- ¡no! sabes que casi no leo, vi el libro en una mesa de oportunidades decembrinas y se me ocurrió dártelo como un presente navideño…
¡Gracias!
(¿Será mera casualidad, ahora, nivel Santa Claus?)