Sí, hay señales de alerta por los intensos procesos de aprehensión, con fines de deportación, de inmigrantes ilegales en los Estados Unidos. Ha trascendido, en los medios de comunicación, el estarse saturando los centros de detención en apenas 15 días.
Según la cadena CBS News, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, conocido como ICE, por sus siglas originales, el martes pasado llegó a operar al 109% de su capacidad total, en su red penitenciaria, incluyendo las cárceles de los condados. Contando con 38,521 camas, tenían detenidas ya a 42 mil personas. A eso, sume usted losrequerimientos mínimos de alimentación y trámites para su deportación, y se encontrará ante un problema, por decir lo menos, grave.
Las medidas tomadas por el gobierno de Donald Trump para resolver esta problemática, y proseguir con la ejecución de las órdenes ejecutivas en vigor, incluyen la liberación de algunos migrantes indocumentados, a veces, algunas docenas por día, seleccionando a quienes consideran menos peligrosos. A otros, de quienes se presume han cometido algún crimen, pero no han sido llevados a juicio todavía, se les coloca un dispositivo de localización.
Según los datos del Departamento de Seguridad Nacional, ya se exploran opciones para tener la capacidad de llevar a cabo mil arrestos por día, solicitando más financiamiento al Congreso, ampliando la colaboración con Aduanas y Protección Fronteriza, apresurar la expulsión de extranjeros criminales, ya con orden ejecutable de deportación, y abrir 14 nuevos centros de detención con capacidad de albergar a mil personas cada uno, así como 4 nuevas instalaciones, de 10 mil camas, cada una.
Según el gobierno mexicano, en voz de la propia presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo, hasta la fecha, la cantidad indocumentados recibidos en nuestra frontera norte no ha crecido demasiado ni excede las capacidades de las instituciones mexicanas. Eso es cierto, pero, si bien, de momento, el problema es para Estados Unidos, en el mediano y largo plazo lo será para los países receptores, como México. La magnitud, sus tiempos y alcances son una incógnita.
Marco Rubio, secretario de Estado norteamericano, equivalente a nuestro titular de Relaciones Exteriores, Juan Ramón de la Fuente, ha iniciado su primera gira por países latinoamericanos a fin de entrevistarse con los mandatarios de diversas naciones y llegar a acuerdos, principalmente sobre temas migratorios. En todos ellos ha conseguido la aceptación a las propuestas, si usted me apura, exigencias, de Trump.
Rubio no contempló a México en esta ocasión y no porque no sea importante, sino porque están seguros y contentos con la presidenta Sheinbaum, de quien confían terminará aceptando las condiciones impuestas por la Casa Blanca, sin necesidad de hacer mayores concesiones, fuera de no tomar en consideración los discursos nacionalistas, no intervencionistas ni reivindicatorios de la independencia y la soberanía mexicanas.
A diferencia del gobierno mexicano, al de Donald Trump le tienen sin cuidado los discursos. Para ellos, importan los hechos y los datos. El cumplimiento, pues, de sus exigencias, aunque se presenten públicamente en calidad de acuerdos.
Y para iniciados:
A propósito de las deportaciones, trascendió las fronteras locales la inconformidad de la gobernadora de Morelos, Margarita González Saravia, por el trato dado a 70 morelenses repatriados, quienes fueron transportados hasta el AIFA, esposados. Ese es un caso en loparticular. Sin embargo, motiva el cuestionamiento sobre cuántos otros similares se habrán o se estarán presentando, sin queja alguna por parte de las autoridades migratorias mexicanas. Bien por la gobernadora, mal por quienes están guardando silencio.
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