Este lunes se conmemoró el 60 aniversario del sacrificio de Don Rubén Jaramillo Menes, junto con su familia, durante el sexenio del demagogo, alcohólico y frívolo presidente de México, Adolfo López Mateos. El multihomicidio, vinculado al activismo social de Jaramillo, ocurrió en las inmediaciones de la zona arqueológica de Xochicalco. Sin temor a equivocarme les aseguro que, si esta víctima de la represión del “sistema” todavía existiera, estaría sumado a la lucha en contra de la minera “Esperanza Silver”, abierta contra la voluntad popular muy cerca del lugar de su artero asesinato.
El caso Rubén Jaramillo es uno de los ejemplos más dolorosos de impunidad. El gobierno podrá dar los mejores discursos del mundo, pero en materia de derechos humanos siempre serán palabras vacías… mientras persistan los casos de impunidad.
Rubén Jaramillo Menes nació en Tlaquiltenango en el año de 1900. Desde muy joven, a la edad de 14 años, se unió al Ejército Libertador del Sur. A la muerte de Emiliano Zapata surgió la desorganización y el saqueo por parte de los militares sobre tierras morelenses, por lo que Jaramillo juntó a sus hombres y les dijo:
“Ante los problemas que se nos presenten no debemos doblegarnos, sino tratar de enfrentarlos no con armas sino con razones.”
Fue en ese momento cuando iniciaron las batallas por mejorar las condiciones de vida de los morelenses.
El Presidente Lázaro Cárdenas lo apoyó para la creación del Banco Ejidal y el Ingenio Azucarero de Zacatepec, mismo que progresó hasta el grado de generar la avaricia de muchos terratenientes, quienes llegaron al extremo de querer secuestrar y asesinar a Rubén Jaramillo.
Cofundador de la Unión de Productores de Caña de la República Mexicana, se levantó en armas frente a los caciques y funcionarios que pretendían acabar con él (1943-1944). Así, el movimiento Jaramillista se gestó debido al pago irregular que los ejidatarios cultivadores de caña recibían y por la imposición de políticas arbitrarias y violentas.
Perseguido por su permanente lucha a favor del reparto de tierras, Jaramillo mantuvo una larga resistencia armada en las Montañas de Morelos con el apoyo del Partido Comunista Mexicano. Comprendió que no era posible seguir viviendo con prohibiciones y aceptó el ofrecimiento del Presidente Manuel Ávila Camacho, ante lo cual regresó a su vida cotidiana.
En 1945 Rubén Jaramillo Menes fundó el Partido Agrario Obrero Morelense (PAOM), a través del cual contendió por la gubernatura del Estado de Morelos en dos ocasiones, entre los años de 1945 y 1952, sin tener éxito. Ante esos hechos se dedicó a dirigir diversas dependencias de gobierno, tramitó y organizó a los cañeros por mejores condiciones de trabajo e inició a la movilización legal de miles de campesinos para adueñarse de tierras ociosas.
Según cuentan los ancianos campesinos que vivieron en esa época, este líder agrarista ponía en tensión a los caciques con su presencia porque pensaban que los iba a asesinar.
Cuando recorría el pueblo y la noche llegaba se alojaba en la casa más cercana, entraba sigilosamente por la puerta trasera, el pueblo intuía su presencia y salían a la calle principal a esperarlo; sin embargo, nadie lo miraba llegar y se escapaba hábilmente.
En 1958 el Presidente Adolfo López Mateos le brindó amplias garantías para que dejara las armas (una amnistía) y cuatro años más tarde, el 23 de mayo de 1962, la Policía Judicial del Estado y el Ejército lo apresaron. Junto con su esposa y sus tres hijos fue asesinado cerca de la zona arqueológica de Xochicalco.
Como cada año, el 23 de mayo centenares de morelenses acuden a la tumba de Rubén Jaramillo, en Tlaquiltenango, para depositarle ofrendas florales.
El sábado 19 de mayo de 2007, en el contexto de dicha conmemoración, la historiadora Tanalís Padilla escribió en “La Jornada” nacional lo siguiente:
“Es en este momento, en 1962, que Jaramillo y su familia son asesinados, una temprana manifestación de la guerra sucia que en los años 70 atentaría contra aldeas enteras en Guerrero. Si bien su asesinato se convertiría en un símbolo de la suerte que corren los grupos que bajan la guardia y confían en la palabra del gobierno, Jaramillo deja también como legado una fértil tradición de lucha. Su figura continuó mostrándose tanto en los grupos clandestinos de los 70 como en las luchas campesinas de los 80 y acompañaría a diversas movilizaciones del EZLN. Siguen así apareciendo los ‘muertos incómodos’ que el Estado nunca ha logrado eliminar y que continúan manifestándose con una diversidad de métodos y creatividad de acciones.”