A lo largo de esta semana arreciará la propaganda en torno al proceso de Revocación de Mandato que se llevará a cabo el próximo domingo 10 de abril. Un ejercicio plebiscitario inédito en la democracia mexicana, pero también bajo un escenario sumamente controversial y polémico.
Las posturas y expectativas son extremas y, por lo mismo, fáciles de identificar. Yo las dividiría en dos bandos, que a su vez se parten en otros dos: a unos los llamaré participacionistas y a los otros, abstencionistas. Es claro que los primeros promoverán y participarán, unos a favor y otros en contra de la permanencia de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia, en tanto una porción de los segundos llamarán a no acudir a las urnas y, otros, la inmensa mayoría, simplemente no irán a votar, por decisión propia.
Lo que a cada uno interesa es contundente, podrán desearlo con toda su alma, pero la realidad habrá de imponerles alcances limitados. Los niveles de polarización política son tan elevados que ninguno podrá cantar una victoria absoluta, ni siquiera AMLO, por mejor que salga la movilización de sus seguidores ese día.
Los dos extremos de los participacionistas son, por un lado, los que votarán y promoverá el voto para que sea revocado el mandato del presidente, es decir, que ya se vaya Andrés Manuel. Ahí se encuentra a parte de la oposición partidaria, a las organizaciones de la sociedad civil que han sido maltratadas y acusadas por el presidente y a sectores de las clases medias y altas que se han visto afectadas por las políticas económicas populistas, la inflación y la falta de oportunidades para el desarrollo. Y que también han sido objeto de los señalamientos y rencores del inquilino de Palacio Nacional.
Por otro lado, están quienes expresarán en las urnas su preferencia porque continúe su mandato, que siga en la presidencia, donde se encuentran los seguidores de AMLO. Unos lo siguen porque se identifican ideológicamente con el trasnochado progresismo de izquierda, esa especie de anacrónico socialismo velado, pero otros por pura y franca conveniencia, como los antiguos priistas, los empresarios consentidos, los militares, y los nuevos funcionarios de su gobierno. Los gobernadores, senadores y diputados de la autodenominada cuarta trasformación y demás nuevos beneficiarios y privilegiados del régimen. Por supuesto que aquí también están los pobres, aquellos que representan la principal clientela electoral de AMLO y que reciben los recursos de los programas sociales.
Finalmente, los abstencionistas también se dividen en dos: unos simplemente no están interesados en votar, ni en la consulta ni en ningún tipo de elección. Forman parte de ese amplio sector al que no le interesa la política ni lo que pase con los políticos. Los otros, forman parte de un movimiento que quiere hacer el vacío al presidente, que denuncian a la consulta como una simulación o de plano como una trampa. Están convencidos de que la mejor forma de expresar su descontento con el gobierno actual es castigar con el látigo de su desprecio al presidente y mejor exigirle cuentas cuando termine su periodo en el 2024, incluso al grado de llevarlo a prisión.
La polarización es tal que, sea cual sea el resultado de la consulta, ninguno de los extremos tiene posibilidades de alzarse con una victoria absoluta el próximo 10 de abril. En eso abundaré, los siguientes días.
Y para iniciados
¿Acaso, después de la retadora exhibición de poder que Adán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación, hizo este fin de semana al promover la Consulta de Revocación de Mandato, violando las leyes que su mismo gobierno aprobó, amenazando al INE y usando un avión del Ejército para trasladarse, es necesario algún elemento más para darse cuenta del perfil autoritario de este régimen cuatritransformista? Hasta en la forma de hablar se nota el autoritarismo de quienes defienden a López Obrador. El bronco está preso y bajo proceso por usar recursos públicos para su campaña, en tanto Delfina Gómez y Adán Augusto, haciendo lo mismo, están en el gobierno, ¿que no se supone que ya se había acabado la corrupción?
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