En otras ocasiones he comentado al respecto de los diferentes tipos de factores que influyen en el comportamiento electoral y, por consecuencia, en los resultados de los procesos electorales. Esta rama de estudio de la Ciencia Política, el voting behavior, está basada en el cálculo factorial. Sí, matemáticas, pues, para explicar con precisión y con base en la evidencia empírica lo que ocurre en las elecciones.
Por tanto, no se trata de simples opiniones, ni de argumentos ideologizados o especulaciones que tanta mala fama han hecho a los analistas políticos de café, sino de estudios especializados que exploran las percepciones y emociones que influyen en la decisión de voto de los electores. Los modelos de explicación de factores, tanto de largo como de corto plazo, han sido muy útiles para comprender y explicar qué sucede en la elección de representantes populares, cómo y por qué pasa.
No obstante, no son los únicos factores que cuentan. También hay otros a los que denominamos “factores institucionales”, que igualmente son susceptibles de ser medidos, calculados e interpretados a la luz de sus efectos en la realidad, a partir del diseño de las instituciones que tienen que ver con los procesos electivos -sean partidos políticos o instituciones electorales, bien operativas o jurisdiccionales-, y con las reglas del juego, es decir, con las leyes y reglamentos aplicables.
En este marco es que se circunscriben las reformas a las leyes electorales y a las instituciones, como el INE o los OPLES, en el caso de México. El planteamiento en su forma más sintetizada es que si modificas las reglas y las instituciones eso tendrá consecuencias en los resultados electorales y, acto seguido, en la composición y funcionamiento de los órganos de gobierno que se integren como su resultado final. Dicho sea de paso, eso es lo que pretendían de fondo tanto la frustrada iniciativa de reforma constitucional como el llamado Plan B, pero que el presidente quiso ocultar, argumentando que lo único que quería era bajar los costos de los procesos electorales y evitar que se cometieran fraudes en las elecciones.
Con esta introducción quiero resaltar la importancia de las reformas recién aprobadas en el Congreso de Morelos al Código de Instituciones y Procedimientos Electorales en materia de paridad de género, inclusión de afrodescendientes, indígenas, personas con discapacidad y LGBTQ. Si bien existe un debate acerca de la conveniencia o no de la sobre regulación del sistema electoral mexicano, una vez que eso es un hecho, la definición de conceptos y reglas claras se vuelve indispensable para hacer efectivo el principio democrático de la inclusión.
La certidumbre jurídica, que no existía y dejaba a la interpretación de los organismos electorales su aplicación, a partir de esta nueva reforma reducirá la judicialización de las elecciones e impedirá el abuso y la simulación que llevaron a cabo candidatos y partidos políticos. En concreto, esos que llamamos cachirules la van a tener mucho más difícil para hacerse pasar por lo que no son y será más clara la asignación de las posiciones plurinominales.
Pasadas las elecciones, podremos analizar a fondo los resultados de las reformas en la composición y funcionamiento de los órganos de representación popular, pero, por lo pronto, ya podemos hablar de un avance que no es menor, como parte de los factores institucionales de los que hemos hablado.
Y para iniciados
De nueva cuenta, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, reconociendo al decir “no tengo elementos, pero siempre he tenido un instinto certero”, desvió la atención diciendo que las revelaciones acerca de los actos de corrupción, las mentiras y las simulaciones que han sido publicadas por diferentes medios de comunicación son ataques a su gobierno, financiados por organismos norteamericanos. Acusar tan sólo por su instinto, sin pruebas, sin elementos, habla muy mal de alguien que tiene a su cargo la más alta responsabilidad pública en un país.
Una vez más, el manual del perfecto dictador. Simplemente revise usted las declaraciones de Hugo Chávez, Daniel Ortega o Maduro y notará que no hay diferencia. Lanzarse contra sus adversarios, en lugar de responder y transparentar. Hoy en la mañanera afirmó que “todos son iguales”, menos él, aunque en la realidad es tan igual como aquellos a los que fustiga. Y también, con sus mismas palabras de hoy, retomemos y digamos “no se deje engañar”, pero agreguemos: no se deje engañar ni por él ni por sus opositores. Forme usted su propio criterio.
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