La espina bífida implica un conjunto de trastornos heterogéneos que se denominan como defectos del tubo neural (DTN) y existen causas genéticas, ambientales y de nutrición.
El neurocirujano adscrito al Hospital General Regional con Medicina Familiar (HGR/MF) No. 1 del Instituto Mexicano del Seguro Social, Ignacio Sánchez Carranza, indicó que este padecimiento se caracteriza por el cierre del tubo neural en el primer trimestre del embarazo, durante la embriogénesis.
Al respecto, dijo que esta enfermedad se puede reducir hasta en 70 por ciento en los bebés, con el consumo de ácido fólico durante el periodo periconcepcional (tres meses antes de la concepción y tres meses después).
De acuerdo con el especialista, una mujer que planea un embarazo debe consumir al día 0.4 miligramos de ácido fólico, ya que previene diversos defectos neurológicos que pueden surgir en el cerebro del bebé y en el sistema nervioso.
Comentó que existen dos tipos de espina bífida: la abierta que se caracteriza porque al momento del nacimiento la médula espinal está expuesta al exterior en la parte baja de la espalda; mientras que la espina bífida cerrada, tiene alteraciones en la piel (abultamiento, vello o presencia de manchas, entre otras manifestaciones).
Agregó que la espina bífida se caracteriza por una columna vertebral incompleta que le falta la parte posterior, sin la presencia de dolor, pero con déficit neurológico, es decir, causa en las personas problemas de sensibilidad y movimiento.
Al tratarse de una enfermedad congénita, enfatizó que el diagnóstico se realiza al evaluar factores de riesgo en los padres como: presencia de crisis convulsivas, epilepsia, diabetes, hipertensión crónica, desnutrición, entre otros.
Finalmente, Sánchez Carranza reiteró que es importante que las parejas que planean tener hijos, acudan a su consulta preconcepcional y poder conocer desde el primer nivel de atención el estado de salud de los padres y prevenir malformaciones al nacimiento.
