En vísperas del carnaval más famoso y esperado en Morelos, los aires del desorden y la irreverencia ya comenzaron a soplar y la señal la acaba de dar una joven que desinhibida por el alcohol, bailó un jocoso “perreo” sobre el techo de una patrulla en Tepoztlán, lo hizo frente a centenares de turistas, las luces encendidas de la torreta le dieron color a sus brincos, y mientras, los tolerantes policías del vehículo oficial 0017, estuvieron encerrados en la cabina hasta que ella finalizó.
El sábado 10 de febrero inicia la esperada celebración, carnaval es una palabra compuesta en latín: algunos historiadores dicen que es “carnem levare”, por lo que según, carnaval significaría “quitar la carne” aunque especialistas en etimología tienen otros datos; ellos afirman que es “currus navale” y significa barco con ruedas y es herencia de Europa, los romanos en febrero celebraban el comienzo del año agrícola y en Grecia atendían el cambio de estación de invierno a primavera. En ambos lugares, y cual sea el origen de la palabra carnaval, sobresale el culto a los dioses del vino: en Grecia Dionisio y en Roma Baco.
En ese entonces, las imágenes de las deidades las paseaban por las calles, daban rienda suelta al “currus navale”, el barco con ruedas terminaba en naufragio, saturnales o bacanales eran los vivos excesos, se acostumbraban máscaras para disfrutar de la anarquía en el anonimato, había música y canciones satíricas, blasfemias, reinaba el caos, la bufonería, la irreverencia y el descaro, -lo que en México identificamos como un gran desmadre, pues-.
En Tepoztlán, 10, 11, 12 y 13 de febrero llega el ansiado carnaval, y todo el que vaya deberá estar alerta, preparado y atento, pues como cada año, serán cuatro días de hospedajes y locales llenos, faltará agua en algunos barrios, habrá exceso de basura, síntomas de inseguridad por los “mala copa” envalentonados y bravucones, robos a transeúntes sin olvidar las autopartes por falta de estacionamientos, cobros desproporcionados en cuentas de consumo, calles atiborradas de visitantes que llegan de todas partes, principalmente CDMX, en proporción numérica, tal vez faltarán policías municipales -y aunque en días pasados se garantizaron refuerzos de varias corporaciones estatales y federales-, si la desorganización, la anarquía de la multitud, el consumo de alcohol y el desorden rebasan a las autoridades como sucedió el año pasado, podría volver a presentarse el riesgo que de pronto, las comparsas y representantes del barrio pidan como en 2023, que el carnaval se cancele.
¡Ojalá y no, porque al final es economía atraída por el desestrés!
Aunque en la actualidad los miles de asistentes al célebre carnaval de Tepoztlán no celebren el cambio de estación de invierno a primavera o el comienzo del año agrícola como los griegos y los romanos, sí son fieles adoradores de Baco y Dioniso, los patriarcas del alcohol, -eso no ha perdido vigencia y cada vez hay más adeptos-, pero debido a esa exaltada idolatría pública, -como lo hizo la joven que ofrendó a la embriaguez un animado perreo en el techo de la patrulla-, y también, por parte de las administraciones en turno, la falta de regulación, control en la venta y el consumo han puesto en jaque y al borde del retiro en varias ocasiones, la distinción de Tepoztlán como “Pueblo Mágico”, que le otorgó la Secretaría de Turismo en aquel año 2010.
A Tepoztlán se le puede considerar como uno de los diez pueblos mágicos más visitados en todo el país y en cualquier época del año, con o sin carnaval, cada fin de semana es de lo más concurrido por su cercanía a la capital.
Finalmente, ¿qué le pasó a la sugestiva joven bailadora del perreo?
Concluido su espontaneo show, la bajaron del techo de la patrulla unos uniformados, le pusieron unas esposas, la sentaron el batea de la patrulla 0017 que le había sirvió momentos antes como pista de baile con todo y servicio de luces de la torreta encendidas, la algarabía de su rostro mientras había brincado y contoneado de forma erótica las caderas desapareció, y ya sentada y a resguardo en medio de dos policías, puso primero “cara de yo no fui”, luego la de “Pepe el Toro es inocente”, la patrulla municipal de Tepoztlán arrancó y se alejó sonando el claxon para abrirse espacio entre los innumerables turistas que caminaban distraídos a media calle con micheladas o nieves en mano.
Se la llevaron a los separos y muy seguramente, le aplicaron una ejemplar sanción administrativa sin tenerle consideraciones pese a que su baile se hizo rápidamente viral en las redes sociales y como suele suceder, los que habían sido sus espectadores en vivo y la grabaron, se olvidaron de ella porque ya había otras cosas que capturar o mirar en las pantallas de sus celulares y, mientras llega el carnaval, la fiesta y magia del pueblo de Tepoztlán, continúa.