A juzgar por lo ocurrido durante varios trienios municipales, Cuernavaca difícilmente podrá disponer de un “Polyforum” como el de León, Guanajuato, el recinto ferial más grande de México.
Las comparaciones son odiosas, pero es necesario hacerlas para ubicar a la capital morelense y a las autoridades municipales en su dimensión mediocre.
El “Polyforum” mencionado consta de 67 hectáreas, divididas en tres zonas: área de exposiciones y convenciones, de recreación y de fomento a la cultura. Puede haber ahí, simultáneamente, noches tema, charreadas, peleas de gallos, funciones de cine en una pantalla de “Imax” (la más grande de Latinoamérica) y toda clase de espectáculos y exhibiciones. No es un simple “tianguis” o una enorme cantina, como fue la Feria Cuernavaca. Además, el “Polyforum”, cada año es sede de, al menos, 78 convenciones y exposiciones importantes, logrando mantener mensualmente una ocupación promedio de 80 por ciento. Es decir: se trata de un recinto ferial autofinanciable.
ANTECEDENTES DE LA PROBLEMÁTICA
¿A quién debe responsabilizarse de la mediocridad todavía prevaleciente en nuestros días? Sería injusto endilgarle la culpa sólo a la administración municipal, pues la problemática del evento es multifactorial.
Para explicar la decadencia de esta y otras ferias regionales es necesario buscar algunos antecedentes históricos.
No nos remontaremos a la Colonia, cuando Hernán Cortés se sorprendió al observar lo que a todas luces fueron las raíces de nuestro sistema comercial y las ferias regionales, descritas magistralmente por la pluma de Bernal Díaz del Castillo. Ni nos referiremos al ocaso de esos eventos aparejado al aniquilamiento de las antiguas ciudades, cuyas rutas comerciales tradicionales que partían desde los más remotos confines fueron decayendo.
Pero sí nos trasladaremos al sexenio del extinto gobernador Antonio Riva Palacio (1988-1994), cuando Cuernavaca entró en una vertiginosa expansión comercial generada por el mercado interno de la que es considerada “ciudad dormitorio” de Ciudad de México y el desarrollismo de grandes cadenas trasnacionales asociadas a consorcios mexicanos de tiendas de autoservicio y departamentales. La construcción de la “Plaza Cuernavaca” en 1989 inició el “boom”, inacabable hasta hoy.
En aquel tiempo aumentaron la especulación inmobiliaria, el tráfico de influencias sobre los procedimientos administrativos vinculados al uso del suelo y la red de complicidades promovida desde ámbitos municipales para permitir violaciones a la carta urbana y a las normas de construcción, gracias a lo cual se enriquecieron alcaldes, servidores públicos en turno y funcionarios estatales.
Pero poco o nada significaron para las autoridades municipales subsecuentes tan nefastas experiencias, pues la expansión comercial siguió avanzando por encima de los modelos tradicionales de comercialización y la falsa creencia de que la capital morelense es turística. El resultado: desaparecieron miles de establecimientos del mercado tradicional y varias ferias regionales pronto lo comenzaron a hacer. Una de ellas, por lo menos bajo su conceptualización actual, fue la Feria Cuernavaca cuyo antecedente, la Feria de la Flor creada en 1965 por Emilio Riva Palacio, se extinguió hace muchos años.
El curso de las sociedades fue dividiendo sus sistemas internos de comercio en días de plaza y en pequeñas ferias regionales, lo cual subsiste exiguamente al día de hoy. En Morelos el día de plaza mayor sigue siendo los domingos, pero eventualmente puede efectuarse entre semana en una plaza o calle local.
Algunas poblaciones todavía se significan porque concurren indígenas llevando textiles hechos en telar de cintura, legumbres, frijol y maíz, con lo que se abastecen residentes de ampliaciones ejidales semiurbanizadas. Además, compran cecina, pan, miel y aguardiente, así como enseres domésticos de barro o peltre, que únicamente ahí pueden adquirir.
Se crearon compañías comerciales dedicadas a la comercialización en las diferentes ferias y a vender los productos que importaban y exportaban. Hoy en Cuernavaca las grandes firmas comerciales se ubican dentro de los factores de debilitamiento regional en cuanto a identidad y tradiciones, mientras la Feria Cuernavaca y otras no significaron nada como motores del comercio. Estaremos atentos a la versión anunciada este jueves 13 de enero de 2022 por el alcalde José Luis Urióstegui, sin venta de alcohol, ni palenque, y en un lugar diferente al malogrado “recinto ferial” de Acapantzingo.