• Por el abandono y ante la inseguridad, hoy se arman por usos y costumbres
Las imágenes de menores de edad armados y sus declaraciones desde la comunidad indígena de Ayahualtempa, Guerrero, conmueve y contrasta con los triunfalistas discursos propagandísticos desde una rutinaria tribuna cada mañana, donde curiosamente y hasta el momento, no se ha dicho una sola palabra de este caso donde niñas y niños con armas usadas y obsoletas, están decididos a buscar a sus familiares desaparecidos a manos de la delincuencia organizada.
Intentemos entender este caso comenzando por la desproporción de las ubicaciones y las comodidades, por las edades y por las oportunidades.
De un Palacio en la capital del país, a una humilde ranchería en una comunidad indígena perteneciente al municipio de José Joaquín de Herrera, en Guerrero, de un Presidente a un grupo de menores de edad donde causa ruido el contraste del lustroso calzado de fina piel, a gastados huaraches con suela de llanta que cubren unos delicados pies llenos de polvo, un abrigo costoso para el frío, a una raída y decolorada camisa, extraña mirar cada mañana a un adulto sonriente y bien nutrido, que convenció a millones de mexicanos de realizar un cambio y alcanzó el máximo escaño, y que lejos de ese idílico estatus y el confort de ser el jefe supremo de las fuerzas armadas, en todos los tipos de medios de difusión, recién se destacaron y causaron consternación y enojo, las imágenes de la vista perdida y extrañada de niñas y niños que pasaron a ser parte de la policía comunitaria de Ayahualtempa, en ellas y ellos resalta su palidez por anemia, tímidos al ser entrevistados y fotografiados por la Prensa; a esos menores, -veinte para ser exactos-, 15 hombres y 5 mujeres, se les mira cargando y en desfile, viejos y oxidados rifles, se les mira jurando ofrendar su vida para no permitir que grupos criminales desaparezcan o asesinen a más de sus familiares o vecinos y esto lo deben de hacer ellos porque a quienes les toca por ley velar por su seguridad, desde la cabeza presidencial hasta la policía de su localidad, los han defraudado y queda claro, pues nada se ha mencionado, una palabra sobre este asunto, en alguna “Mañanera”.
Dejaron de lado el derecho a tener una infancia sana los de Ayahaultempa, dejaron de lado los juguetes para ser pequeños guerreros en su comunidad de Guerrero, dejaron de lado la escuela primaria para recibir entrenamiento básico en manejo de armas y, además obsoletas, apenas saben leer y escribir, en su aislada comunidad indígena apenas saben algo de la modernidad que sobresale en las urbes, no hay internet, no hay secundaria, no hay comunicación eficiente, están perdidos en la sierra, al terminar el nivel básico, de cualquier manera, para los menos favorecidos, -que son prácticamente todos-, les espera el campo, la siembra, cuidar el ganado y su pobreza, por falta de oportunidades y dinero.
Ahora, a esos infantes solo les quedad cargar con la responsabilidad de exponer sus tiernas vidas, son personas apenas en desarrollo y ya deben de asumir y enfrentar una realidad violenta ante el poderoso armamento y los abusos de la delincuencia organizada que asola su territorio.
Las instituciones encargadas de dar seguridad como la policía municipal, estatal, el ejército, la Guardia Nacional o lo que se ocurra, brillan por su ausencia y no es ahora, este abandono ha sido desde tiempo atrás, herencia de administraciones pasadas, tanto locales como federales, todas las autoridades en turno los han tenido en el olvido y es por eso que ahora les toca a estas nuevas generaciones de niñas y niños, olvidar su infancia y ser adultos con riesgo de sufrir alguna agresión desmedida en armamento o fuerza física.
Por otro lado, y para completar el cuadro, lo peculiar en esta comunidad de Ayahualtempa, Guerrero, es que dejar la infancia para abrazar y cargar un viejo rifle, no es una novedad, estos menores se convierten en pequeños guerreros en Guerrero, porque con el tiempo, se volvió una práctica necesaria y obligada a través de usos y costumbres, consecuencia de la ausencia generacional de las autoridades encargadas de la seguridad en aquella zona olvidada.