Los políticos son como los virus. Aparecen de repente, comienzan a causar daño, se extienden y mutan. Algunos no son tan perniciosos, pero otros son francamente peligrosos, letales. A veces, se esparcen con lentitud y, en otras ocasiones, se multiplican en forma acelerada, invaden súbitamente y se vuelven muy difíciles de combatir. En continua mutación, suele sobrevenir una variante a otra, que la supera en virulencia y patogenicidad. Una, la virulencia, es la capacidad del microrganismo de producir una enfermedad, de contagiar. La otra, la patogenicidad, es el potencial de causar daño al organismo huésped del virus, al cuerpo en el que se aloja.
En política, el virus es el político ya bien corrupto, mentiroso, demagogo, populista, hipócrita, megalómano y sus diferentes combinaciones. Digamos, sus variantes, pues. Y los organismos huéspedes son los pueblos, las ciudades, las alcaldías, los estados o las naciones.
México ha padecido muchas, quizá incontables epidemias biológicas y políticas a lo largo de su historia. Respecto a las políticas, unas han sido virus de perfil conservador y otras con aspecto liberal, de izquierda o de derecha, capitalistas o socialistas. Pero todas han causado daños, de alguna u otra forma, en mayor o menor magnitud.
Así como para los virus biológicos, el ser humano ha desarrollado vacunas y tratamientos para protegerse y combatirlos, también las sociedades generaron vacunas y tratamientos específicos contra ese tipo de políticos. Los llamamos leyes e instituciones, democracia y libertad, transparencia, rendición de cuentas y lucha contra la corrupción.
Así fueron puestos en escena, evolucionando también, los medios para combatir a los políticos virulentos, definiendo la separación de poderes como la columna vertebral de un Estado moderno, sentando bases para la administración de los recursos públicos, reglas para lograr el respeto a la voluntad popular, garantías para la defensa de los derechos civiles y políticos de los ciudadanos y sanciones para quienes violentaran los principios y las normas.
Llegamos, y no sólo aquí en México sino en todos los sistemas políticos democráticos del mundo, a crear organismos autónomos, independientes, que contribuyeran a poner un freno a los excesos del poder, particularmente a los excesos en los sistemas donde predomina el presidencialismo o en donde el mandato parlamentario delegaba amplias facultades a un solo individuo.
Han sido varias las vacunas que, en ese sentido, la sociedad ha aplicado para contrarrestar la virulencia y patogenicidad del poder. Resaltan los bancos nacionales autónomos, como el Bundesbank alemán, el primero en su género, que pudo evitar que la economía y la producción de moneda siguieran siendo manipuladas por los gobernantes, con las consecuencias que esto tiene y, que cualquier economista entiende, resultan en catástrofes financieras. Hoy, la mayoría de las naciones libres, cuentan con sus bancos autónomos y México, con el suyo.
Otro ejemplo son los organismos electorales independientes de los poderes del Estado que, con todas las críticas que se les pueden hacer, han reducido y dificultado que los gobiernos metan mano a los comicios, manipulen los resultados y, en suma, se cometan fraudes electorales.
Y unos más de estos organismos autónomos, también perfectibles y criticables, por supuesto, pero útiles para contar con una lectura de la realidad, más allá de lo que alegremente les conviene dar a conocer a los gobiernos, son los que se dedican al conteo, el registro, la evaluación, la estadística y la investigación. En México tenemos, entre ellos, al INEGI, el CONEVAL, el INAI y las fiscalías que hace poco han comenzado a estrenar, comprender y ejercer su autonomía.
Pero estos virus políticos siguen mutando y asechan a todas estas vacunas. Mañana hablaremos de ello.
Y para iniciados
Lo reportes de fallecimientos por COVID-19 que ha dado la Secretaría de Salud, responsabilidad de su titular Jorge Alcocer, son muy inferiores a las reales. El INEGI dio a conocer que suman 43% más de lo que nos dijeron. Y ya son más de 300 mil víctimas mortales desde que la pandemia llegó a México, cinco veces más del escenario catastrófico del que nos habló el desacreditado cantinflas de la epidemiología mexicana, Hugo López-Gatell. En tanto, -ojo, Marco Antonio Cantú Cuevas, secretario de Salud- trasciende, por denuncias de los trabajadores del sector, que en Morelos la situación de COVID es mucho peor de lo que reconocen las autoridades.
Excelente día.
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