El Palacio de Buckingham anunció la muerte de la reina Isabel II de Inglaterra. La monarca de 96 años falleció en el castillo de Balmoral, en los Highlands de Escocia, rodeada de sus familiares más cercanos.
La hija primogénita del príncipe Alberto creció feliz y sin presiones. Sus padres se querían y la querían. Su abuelo, el rey Jorge V, ocupaba el trono británico y su tío Eduardo príncipe de Gales, era el heredero natural de la corona. En 1930, nació Margarita, quien se convirtió en su compañera incondicional. Su mamá y una institutriz impuesta por la reina Mary, se encargaban de su formación. Nada de matemática o Letras solo etiqueta y modales, pero al menos no un clásico de la época: economía doméstica. Apenas recibía una hora y media de clases por día.
En 1936, el rey Jorge V murió y el príncipe David ascendió al trono con el nombre de Edward VIII. Pero Eduardo estaba enamorado de la norteamericana (y divorciada) Wallis Simpson y renunció a la corona por ella.
Isabel II subió al trono británico el 6 de febrero de 1952, pero la coronaron el 2 de junio de 1953 en la Abadía de Westminster.
Fue la monarca que apareció en el mayor número de monedas. Su rostro figura en el dinero de 35 países, supera a su padre, que estaba en las monedas de 19 naciones, y a su bisabuela la reina Victoria, en las de 21.
Fue la primera soberana británica que, ante las críticas, optó por pagar impuestos y abrió al público el palacio de Buckingham.
Lilibet fue la única ciudadana británica sin permiso para opinar de política, votar, postularse a elecciones ni tener pasaporte pero aún sin pasaporte Isabel II fue la reina que visitó más de 100 países, la figura principal de la Iglesia en Inglaterra y la que jugó un papel ceremonial relevante en el gobierno del Reino Unido.
El país en el que nació Lilibet no es el mismo donde muere Isabel II. Cambiaron las estructuras políticas sociales, económicas y culturales, pero en tiempos inciertos y de cambios constantes, la reina Isabel mantuvo su rutina invariable y siempre antepuso su responsabilidad como monarca a sus deseos personales. Tanto que cuando las cosas van mal, los ingleses no dudan en maldecir al gobierno, pero cuando van bien gritan orgullosos ¡Dios salve a la reina!