Andrés Manuel López Obrador ha sido muy insistente en señalar a los reporteros que asisten a sus “mañaneras” como “mirones profesionales”. Así les dice, como dando burlonamente instrucciones y enseñanzas: “Ustedes que son mirones profesionales deberían de… porque no investigan…” tal, repite con marcada ironía.
Ante el poder de la investidura presidencial, ninguno de ellos, en más de cuatro años y medio ha sido capaz de exigir al presidente respeto a su labor. Callan. Unos por miedo, otros por prudencia y, la mayoría de los que cubren esa fuente, por conveniencia.
Los llamados a dar un trato digno, respetuoso, a la prensa, han venido de organizaciones nacionales y extranjeras, a las que simplemente descalifica y agrede. Las acusa, sin pruebas, de estar en contubernio y al servicio de la oligarquía, incluso internacional.
Su actitud hacia los medios, ya no de México, sino del mundo, no es un producto espontáneo, sino una estrategia premeditada para desacreditar toda aquella información, evidencia, opinión y análisis que no convenga a los intereses de su proyecto político.
Se asume como la víctima más grande en la historia de México de un complot de los medios de comunicación, en contra de un presidente electo democráticamente. Habla de un respeto que no predica con el ejemplo, sino todo lo contrario. Interrumpe cuando le hacen una pregunta incómoda, desvía la atención, dando vueltas y vueltas para, finalmente, hacer lo que desde un principio de su mandato: presentar las cosas como no son.
Recientemente, los más claros ejemplos de ello los tenemos a la vista, uno, en el proceso de selección del candidato o candidata a la presidencia de la República, que está siendo presentado, formalmente, no como tal, sino como la designación de un coordinador nacional para la defensa de la cuarta transformación, porque decir abiertamente que se trata de elegir al precandidato violaría flagrantemente las leyes.
Y, el otro ejemplo, en las declaraciones de Rosa Icela Rodríguez, quien aceptó haber recibido del presidente dos propuestas, solicitando ella, quedarse en el cargo de secretaria de seguridad pública, por lo que resta del sexenio. No se necesita mayor inteligencia para entender que quien decide no es ni el pueblo ni su partido, sino él mismo. Otra vez, presentar como democrático un proceso que no lo es, al que él dictó las reglas y los tiempos. Y que, en el interior de Morena, simplemente, respaldan y aprueban, con esa lealtad a ciegas que ha exigido.
En lo particular, no veo la diferencia entre políticos anteriores y AMLO. Parafraseando, podríamos decir que se trata de lo mismo: de políticos, de mentirosos profesionales. Eso sí, López Obrador ha perfeccionado el arte de mentir y evadir, de convencer a grandes masas, adoctrinando diariamente a sus huestes.
Ese mismo tono burlón que usa el presidente mexicano, podría ser utilizado en su contra. Imagine usted que alguien se atreviera a decirle en la mañanera algo así como: usted que es un político, o sea, un mentiroso profesional, explíquenos… Claro que eso no va a suceder, porque la realidad es que no ha cambiado nada de fondo en el sistema político mexicano, sólo se sustituyó una cúpula, por el gobierno de un hombre, como era en los tiempos, entre otros, de Díaz Ordaz y Echeverría, o antes, como con Porfirio Díaz, que fueron grandes políticos, es decir, mentirosos profesionales.
Y para iniciados
Si el experimento para la selección del precandidato presidencial sale bien y se repite para las candidaturas a gobernador, los partidos aliados de Morena quedarían fuera de la jugada. Sus propuestas para encabezarlas serían no más que relleno para vestir el proceso, como está sucediendo con Gerardo Fernández Noroña y Manuel Velasco. Pero no tendrían ninguna posibilidad de encabezar las alianzas en el 2024. Por lo tanto, hay que repensar quiénes sí y quienes no deben considerarse en serio, por más que digan que no se descartan y están dispuestos a buscar la candidatura. PT, Verde, Nueva Alianza y los demás partidos pequeños tendrían muy pocas probabilidades y hasta podrían ser sujetos de una aplastante instrucción presidencial de sujetarse a lo que se les indique.
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