MEGALÓMANOS

Por Irradia Noticias

El jueves de la semana pasada por la noche se ejecutó el ataque armado en contra del conocido periodista mexicano Ciro Gómez Leyva, quien salvó la vida gracias a que tripulaba una camioneta blindada propiedad del Grupo Imagen. Recuerden ustedes que el comunicador conduce el noticiero nocturno de esa empresa. Y cuando llegaba a su domicilio en la colonia Florida de la Ciudad de México, un grupo de sicarios lo alcanzó, tiroteándolo sin conseguir su objetivo, quitarle la vida, gracias a Dios.

Sin embargo, resulta que desde la conferencia de prensa mañanera del lunes, hasta la de este miércoles, Ciro Gómez Leyva ha sido objeto de otro feroz ataque, no armado, pero sí verbal, a cargo del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.

Con respecto a ese y muchísimos embates presidenciales similares, un grupo de 177 periodistas firmó una carta abierta aparecida ayer en diarios nacionales donde, entre otras cosas, le exigen a López Obrador cesar el hostigamiento a los periodistas críticos.

“Todas las emanaciones de odio hacia los comunicadores se incuban, nacen y se esparcen en Palacio Nacional (…) La difamación, que sustituye al debate de ideas, es una convocatoria a la violencia física contra los periodistas estigmatizados por el presidente”, sostuvieron los 177 firmantes. Sin embargo, no acabábamos de leer la carta abierta, cuando López Obrador volvió a arremeter contra Ciro Gómez Leyva y los auspiciadores del desplegado, a quienes sin tapujos (porque su pecho no es bodega) llamó “el hampa del periodismo”.

Es de sobra conocido que si López Obrador recibe una sopa de su propio chocolate y su estilo personal de gobernar queda exhibido como ineficaz por antidemocrático y represivo, de inmediato intensifica la diatriba en contra de quien ose criticarlo o emplear un discurso semejante al que emana del Palacio Nacional: contestatario, impugnativo y separatista.

Asimismo, esos periodos plagados de las clásicas catilinarias presidenciales le “caen como anillo al dedo” para distraer la atención de la sociedad mexicana de los grandes agravios nacionales.

Las conferencias de prensa mañaneras no son ningún ejercicio de transparencia y rendición de cuentas, sino instrumentos propagandísticos a favor del régimen. Tampoco son un foro periodístico, como lo supone el presidente, para erigirse por encima de quienes llevan décadas ejerciendo esta profesión. Eso de que “la prensa se combate con la prensa”, en boca de López Obrador, es una absoluta falacia, pues él no es prensa. Y debido a que se cree omnipotente y omnipresente, tras el ataque sufrido por Ciro Gómez Leyva, el comunicador no es la víctima, ¡sino el presidente! pues, según él, los sicarios actuaron para afectarlo. Expresar eso raya en la locura.

Aquí quiero referirme a la megalomanía, tan evidente en la personalidad y estilo personal de gobernar del multicitado hombre nacido en Macuspana, Tabasco.

La megalomanía es definida como un trastorno de la personalidad, caracterizado porque la persona tiene ideas de grandeza, de manera que puede mentir, manipular o exagerar algunas situaciones o a las personas, a fin de conseguir sus objetivos.
El carácter de los megalómanos es voluble, indeciso y en ocasiones se pueden tornar agresivos, cuando no les salen bien las cosas. El padecimiento puede estar presente a cualquier edad, pero es más notorio cuando son jóvenes o adultos. Cualquier semejanza con los desplantes del hombre residente en el Palacio Nacional no es una coincidencia, sino la realidad a diario experimentada por quienes se atreven a cuestionarlo. Eso, las respuestas sumamente agresivas, de ninguna forma pueden considerarse “de izquierda”. Son actitudes típicas de los barbajanes.
Los megalómanos son personas de difícil trato, que pueden sentir que el mundo no los merece, pero también creen que son los salvadores del mundo. Puede parecer que lo que dicen no tiene sentido o lo inventaron, y en ocasiones tienen un grupo de seguidores.

López Obrador está convertido en un dictador, ansioso por implantar en México un gobierno totalitario a través de la famosa Cuarta Transformación. Su cotidianeidad se caracteriza por creer que es omnipotente y omnipresente. Esto podría sonar exagerado, pero no lo es. Se trata de un trastorno de personalidad, vinculado a la disociación. Es algo estudiado y tratado terapéuticamente por la psiquiatría.

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