El partido político Movimiento Ciudadano, fundado y dirigido por Dante Alfonso Delgado Rannauro, anunció ayer que no participará en las elecciones de este año. Es la primera vez que un partido político decide no postular candidatos por decisión propia y no debido a conflictos internos o incapacidad institucional para hacer frente a los comicios. La controversia y la polémica llevarán a MC, al menos por unos días, a ser el foco de análisis de diversos tipos.
Más allá de su argumento oficial, expresado en su comunicado de ayer, acerca del pacto que acusa entre Morena y el PRI para mantener intacto el estado de las cosas, el reparto del poder político y las administraciones estatales, puede haber otras razones. Si examinamos el caso veremos que afrontarán pros y contras. Así como tendrán beneficios por su retirada también deberán asumir los costos políticos.
Queda clara la intención de ubicarse como una opción diferente a lo que ellos mismos han denominado como “los partidos tradicionales” y abonar al crecimiento en el futuro de su partido para dejar de ser uno más de la chiquillada y convertirse en una opción competitiva en el 2024, habiendo marcado distancia, en todos sentidos, tanto con el régimen actual y sus aliados como con el PRI, PAN y PRD.
Sin embargo, desmarcarse en las elecciones locales de Coahuila y el Estado de México, lo deja sin la posibilidad de mostrar el nivel real de su fuerza electoral. Estos comicios tendrán una gran carga de simbolismo, pues de ganar Morena en ambos el golpe al ánimo de la alianza opositora sería políticamente mortal. Por el contrario, si Morena perdiera ambas entidades significaría que es posible arrebatar el poder en las urnas al partido del presidente en las elecciones del 2024.Y si ganan una y pierden otra, el escenario de incertidumbre se amplía, aunque prevalecería la idea de que será muy complicado ganarle a los guindas la presidencia.
Una interpretación de la decisión de MC -la más creíble, por cierto- es que al darse cuenta de que no podrían hacer un buen papel en ninguna de las dos contiendas, prefirieron ahorrar los recursos y evitarse el desgaste de las campañas. Dejar que se peleen los oficialistas de Morena con la alianza opositora y concentrarse en lo que mejor saben hacer: acopiar recursos económicos, destinarlos al cochinito para el 2024 y seguir apostando a su promoción mediática como único partido realmente opositor al sistema.
No obstante que no haya impedimento legal para proceder así, no necesariamente sus cálculos políticos darán ese resultado. Su estrategia para ahorrarse recursos y descrédito tiene vulnerabilidades. Por un lado, con mucha facilidad pueden ser atacados en la narrativa popular de haberle sacado, de haber tenido miedo a una estrepitosa derrota, en la que obtuvieran entre un cinco y un diez por ciento de la votación. Porcentaje que para la alianza opositora habría sido oro molido y podría haber marcado la diferencia e inclinado la balanza.
Por otro lado, carecen de un proyecto político que los diferencie de Morena y los demás. Son el partido de la mercadotecnia, de las canciones pegajosas y los spots llamativos, pero no tienen un proyecto de nación definido, ni siquiera en sus líneas más básicas. El electorado en general no conoce las propuestas específicas de MC.
¿Podrían crecer hacia el 2024? Quizá. Teniendo un candidato muy atractivo electoralmente estarían en posibilidades de apostar a la segunda posición -de paso, allanando el camino a Morena frente a la posible alianza- y esperar su turno en el 2030 para, entonces sí, una vez fuera del mapa López Obrador, pelear por la grande. Por lo pronto, la idea, nada difícil de difundir, es que, en esta ocasión, diciéndolo coloquialmente, Movimiento Ciudadano le sacó al parche y prefirió guardar el dinero de las campañas.
Y para iniciados
Como los demás presidentes norteamericanos, a Joe Biden no le quitan el sueño las bravuconadas de los líderes de las izquierdas progresistas. Ni las que expresaba de manera reiterada Hugo Chávez, las de Daniel Ortega, Evo Morales y demás. Menos las de López Obrador, de quien sabe jamás tendrá el valor para acusarlo directamente. No es lo mismo recibir una declaración contundente de Dina Boluarte, desde el Perú, que del presidente del poderoso vecino del norte. Dicen que el miedo no anda en burro, sino habita en Palacio Nacional.
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