MARIO VARGAS LLOSA Y LA DICTADURA PERFECTA

Por Irradia Noticias

La ausencia definitiva de Mario Vargas Llosa es un suceso que enluta a las letras hispanoamericanas, pues las priva de la fructífera contribución de un autor prolijo, de extraordinaria creatividad y capacidad expresiva, cualidades que conquistaron a un número amplio de lectores en todo el mundo y que mereciera grandes reconocimientos, entre los cuales estuvo el Premio Nobel de Literatura.

Fue un peruano universal con una indiscutible vena política, al grado de inscribirse en la contienda por la candidatura presidencial, de lo que dejó constancia en su libro autobiográfico “Como pez en el agua”; su lucha fue permanente en favor de las libertades, en el marco de un ejercicio crítico riguroso.

Todavía resuena el eco de su intervención en la reflexión convocada por el nobel mexicano, Octavio Paz, en agosto de 1990, en la mesa de reflexiones organizada a través de la Revista “Vuelta” cuando disculpándose de antemano por lo que él llamara posición inelegante, catalogara al régimen político mexicano como “dictadura perfecta”.

Se trató de una calificación punzante, sin concesiones, que planteaba las insuficiencias en el México de una transición democrática, misma que si bien podía verse de manera promisoria, en el otro lado de la moneda acusaba importantes saldos pendientes, muy a pesar de la emergencia del INE en sustitución de la vieja Comisión Federal Electoral y con una mejor integración que su antecesora hacia el propósito de fortalecer su imparcialidad orgánica.

El concepto de dictadura perfecta visibilizaba un ejercicio que, ciertamente abría cauces democráticos; pero, por otra parte, mantenía un andamiaje que aseguraba el control de partes y procesos clave para brindar garantías de permanencia al partido en el poder. Era el caso de conservar en la órbita de la Secretaría de Gobernación al INE y al nombramiento de su titular, así como de la incorporación de la cláusula de gobernabilidad para garantizar que si ningún partido alcanzaba la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, esta se conformara con el partido que hubiese acreditado mayores triunfos en los distritos uninominales, mediante el otorgamiento del número de diputados que fuera necesario para lograrlo así, a través de la asignación de diputados plurinominales.

La ecuación parecía clara, consistía en ceder puntos y espacios, pero reteniendo garantías para conservar el poder. En los hechos una elusión evidente para impulsar una plena competencia política que admitiera la posibilidad efectiva de la alternancia en el gobierno. Tal era lo que desnudaba Mario Vargas Llosa con su mención de la dictadura perfecta para el caso mexicano.

Por fortuna, el dique que frenaba la plena competencia política y, por ende, la alternancia en el poder fue roto mediante las siguientes reformas electorales, especialmente con la de 1996 y las sucesivas que le siguieron a ésta. Pero, se mantuvo de la etapa anterior lo nocivo de aquella fórmula del principio de gobernabilidad que, ahora subsistía bajo la sobrerrepresentación tolerada de hasta el 8%, y que podía extenderse -en el exceso de la literalidad de la norma- hasta porcentajes mayores por la vía de la formación de coaliciones, aunque así se contraviniera el espíritu de la legislación electoral.

El hecho es que, de proteger a la mayoría, se llegó al abuso de una super mayoría, super calificada en la Cámara de Diputados, en claro agravio de lapluralidad política en tanto se tradujo en la reducción de espacios para los partidos de oposición y en un dominio sin contrastes por parte del gobierno y su partido.

A la par de eso, qué decir de una tendencia que proviene del gobierno anterior y que en éste se afirma mediante la edificación de un segundo piso de reformas y acciones de política encaminadas a centralizar el poder, a derruir contrapesos, así como a consagrar la supremacía del ejecutivo sobre los otros poderes.

La desaparición de órganos autónomos, de una reforma judicial que politiza el nombramiento de jueces y magistrados mediante listas sujetas al escrutinio público, pero elaboradas con múltiples inconsistencias por el gobierno, su partido y afín a sus intereses; por último, de un predominio en el legislativo construido al margen de la proporción de los votos por ellos obtenidos, habla que cobra renovada vigencia lo dicho por el nobel peruano.

El lamentable fallecimiento de Mario Vargas Llosa supone su ausencia física, pero también que perdura a través de las reflexiones y la gran narrativa que nos legó. Lo dicho por él hace ya 35 años respecto del régimen político mexicano, cobrainusitada vigencia. De nuevo estamos en la dictadura perfecta y muy lejos de lo que entonces la atenuaba y generaba esperanza: la transición política democrática; por el contrario, estamos en una regresión autoritaria que, ciertamente, mira hacia la dictadura.

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