Hoy quiero compartir con ustedes mi experiencia en este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, una fecha que se convirtió no solo en una marcha, sino en una reflexión profunda sobre lo que significa ser mujer en nuestra sociedad.
Este 8M, caminamos juntas y juntos, alzando la voz por los derechos que merecemos, por la justicia que aún nos debe, y por la igualdad que estamos decididas a lograr. Yo, como mujer, como Nadia Luz, estuve allí, en ese mar de mujeres y hombres que exigen que nuestras luchas sean escuchadas.
Hoy, no solo marchamos por nosotras, sino por todas aquellas que ya no están. No olvidamos que gozar de una vida libre de violencia es un derecho fundamental. Y sí, quiero recordarlo, porque sigue siendo una de las luchas más urgentes: que ninguna mujer, en ninguna parte del mundo, sea agredida física, psicológica, ni emocionalmente, ni siquiera a través de la violencia vicaria, que es una forma cruel y devastadora de atacar a una mujer.
Es urgente que reconozcamos que ninguna tradición ni costumbre, por más arraigada que esté, puede justificar la violencia sexual contra niñas y adolescentes. La violencia obstétrica, la tortura de ser juzgada y maltratada en los centros de salud durante el embarazo o el parto, también es violencia de género. Y, claro, no podemos callar más cuando hablamos del derecho de cada mujer a decidir sobre su propio cuerpo.
La reciente resolución de la Corte sobre la despenalización del aborto es un avance, pero no basta. Necesitamos un sistema de salud que respete, apoye y garantice a las mujeres un acceso seguro, libre de juicios y de discriminación.
Estuve allí, caminando junto a tantas mujeres y hombres acompañantes que comprendemos que la lucha por la igualdad va mucho más allá del 8M. En México, las cifras de violencia y feminicidios son desgarradoras. De hecho, en lo que va de este año, 54 mujeres han sido asesinadas. Y las estadísticas sobre desapariciones también son alarmantes. No podemos seguir permitiendo que nuestras hermanas, nuestras hijas, nuestras amigas desaparezcan en silencio.
Lo que nos une en esta lucha es que no podemos ni debemos aceptar que nuestras vidas sean tomadas a la ligera. Hoy no solo marchamos por nosotras, sino por nuestras hijas, nuestras madres, nuestras amigas, nuestras compañeras de trabajo y de vida. Exigir justicia por las que ya no están no es un crimen. Negarla sí lo es. Cada paso que dimos en esa marcha fue un grito claro: ¡basta de feminicidios! ¡Basta de violencia! ¡Queremos justicia!
Gracias a todas las organizaciones que han trabajado incansablemente para visibilizar nuestras luchas, como las mujeres juzgadoras que fueron arrancadas sw sus cargos sin justificación ni razón alguna; así también a organizaciones como: Mujeres Vivas y Libres, Casa Otea, Causa en Común y México Evalúa. Pero sobre todo, gracias a todas las mujeres y hombres que, con cada marcha, con cada acción, seguimos abriendo caminos hacia una sociedad más justa y libre de violencia.
Este 8M, y todos los días, sigamos luchando. Porque la lucha por la igualdad es de todas; así que hasta que la igualdad se vuelva costumbre!!
Gracias.