Ahora que ya cumplimos un año de realizar y presentar el Tracking Poll de Consulting & Research Estadística Aplicada, en asociación con Irradia Noticias y Media Video, en el que medimos la popularidad e imagen de las personas que pudieran ser candidatas o candidatos el año que viene, vale la pena hacer una reflexión sobre la utilidad de estos ejercicios en contraste con la realidad política que observamos en este sexenio.
En la época de mayor dominio hegemónico, el entonces poderoso Partido Revolucionario Institucional, era un instrumento de las elites para preservar el poder. El mecanismo de designación de candidaturas era muy claro: el presidente en turno lo decidía todo, pasaba horas revisando tarjetas informativas, recibiendo listados de cargos en juego y nombres propuestos, para finalmente señalar con el dedo, para palomear a los afortunados.
Poco importaba la popularidad que tuvieran los seleccionados, pues la maquinaria electoral del PRI, basada en sus estructuras corporativas y en las redes de intereses, de todo tipo, creados en su entorno, los hacían ganar las contiendas, mayormente con holgura frente a los candidatos opositores. La popularidad y el previo visto bueno, tenía que provenir de las cúpulas, de quienes tenían contacto directo con el presidente.
Andrés Manuel López Obrador le ha dado un giro de forma a la designación de candidatas y candidatos. Un cambio de forma, sí, pero no de fondo. Al final, quienes han tenido la experiencia de concursar por alguna candidatura en Morena, saben que, como en aquella etapa del PRI, la decisión final está sobre la mesa del presidente, sólo que ahora se basa en las encuestas que elaboren para medir la rentabilidad electoral de los aspirantes. Y eso, por mero, puro y duro pragmatismo. La intención es reducir al mínimo las probabilidades de sufrir una derrota.
Pero eso no significa que quien salga en el primer lugar de una o más encuestas será a quien Andrés Manuel apoyará para que obtenga la candidatura. Puede ser cualquiera de los que estén en los primeros lugares de la encuesta. Ese es el primer filtro. El segundo, las tarjetas que hagan llegar al presidente con información específica de los propuestos. Y, tercero, la postulación definitiva ya dependerá de la opinión del presidente. Quienes lo han vivido en estos años, pueden dar constancia al respecto. En suma: Para tener el visto bueno del presidente, primero hay que salir bien en las encuestas, aunque eso no garantiza tampoco el obtener las candidaturas.
Mañana comentaré al respecto de los aspirantes de la oposición, cuya ruta es diferente. Hoy toca destacar quiénes son los mejor posicionados en el Tracking de abril, rumbo a la elección de gobernador constitucional. A la pregunta específica de ¿quién le gustaría a usted en lo particular que encabezara la candidatura de Morena?, los resultados se han cerrado en el último mes.
Bajo el supuesto de que la decisión la tomaría López Obrador en función de quiénes tengan los mayores puntajes, los personajes, digamos, técnicamente, con mayores probabilidades, serían Juan Ángel Flores Bustamante, Juan Salgado Brito, Margarita González Saravia Calderón y Rafael Reyes Reyes. Todavía faltan meses y los resultados podrían cambiar, pero eso ya dependerá de la efectividad de las estrategias que cada uno de los aspirantes lleven a cabo, en esta lucha por la popularidad.
Recuerde que puede descargar el informe completo en irradianoticias.com
Y para iniciados
Las corcholatas nacionales están muy enfiladas en la búsqueda de la candidatura a la grande. Son las propuestas del presidente, claro. Pero no pasa así con las fichas del gobernador Cuauhtémoc Blanco, así les digo como parangón en el ámbito estatal. Sus alfiles, Cecilia Rodríguez, Víctor Mercado y Ulises Bravo siguen sin cuajar, ya sea dentro o fuera de Morena. El arropamiento e impulso gubernamental no les ha sido suficiente. ¿Y qué pasará con ellos cuando Blanco pida licencia? ¿Acaso no afectará eso en la correlación de fuerzas?
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