Parecen lejanas todavía, pero las elecciones federales y estatales previstas para el domingo 2 de junio de 2024 están más cerca de lo que imaginamos. Al respecto le doy un dato: el proceso electoral constitucional iniciará el 1 de septiembre de 2023. Es decir, estamos a menos de un año de que esto suceda. Y por ello la clase política mexicana se enfrenta, ahora, al inminente proceso legislativo en el Congreso de la Unión, con dos objetivos: comenzar los debates hasta alcanzar la reforma electoral propugnada por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, con Morena al frente y sus aliados; o frenar la intentona presidencial de desaparecer al INE, evitando una modificación constitucional de fondo, tal como la anhela López Obrador. Estamos a días de que esto se dilucide, primero en la Cámara de Diputados y luego en la de Senadores.
Conforme avanzamos hacia “la madre de todas las elecciones” (ahora sí debemos llamarla así, por la naturaleza de la contienda), varios hechos importantes acaecidos en fechas recientes, verbigracia la publicación del libro “El Rey del Cash”, de Editorial Grijalbo, bajo la autoría de la periodista Elena Chávez, nos confirman que la política es, sin duda alguna, un lugar privilegiado de la mentira. Hannah Arendt (1906-1975), filósofa de origen alemán, lo recuerda varias veces en su libro “Entre el pasado y el futuro”, capítulo “Verdad y política” (editorial Península, Barcelona, 1996), insistiendo en “los estragos de la manipulación de masas, dado que la reescritura de la historia y la fabricación de imágenes sobrecogedoras son lo propio de todos los gobiernos”. Dicho libro, que está cimbrando los cimientos de la Cuarta Transformación, exhibe a un presidente de la República que no es honesto, ni valiente, y que sí traiciona, lo cual se repite en casi todos los integrantes de su círculo cercano de colaboradores.
Desde Aristóteles hasta Heidegger, san Agustín, Rousseau y Kant han pensado los recorridos de una concepción de la mentira, de la cual se infiere que la intención de mentir “está en el origen de un engaño al otro o a uno mismo; que debe diferenciarse entre la mentira por error o de las incertidumbres más o menos deseadas que fecundan las ambigüedades del lenguaje”. Kant rechaza el supuesto derecho de mentir “por humanidad” en nombre de principios meta-jurídicos.
Para entender lo que sucede actualmente en diferentes planos de gobierno y la grilla partidista, es imprescindible referirse a la mentira dentro de la política, basándonos también en una de las definiciones que más gusta a los políticos: “Gobernar es el arte de lo posible”, la cual ha funcionado por antonomasia para justificar errores, omisiones y la corrupción. Ateniéndonos a esta proposición, entonces la culpa de los desastres ya no es de los gobernantes, sino de las circunstancias. ¿Cuántas veces no lo hemos corroborado así después de que el gobierno llega tarde para resolver conflictos sociales y políticos?
Obviamente, no a todos engañan nuestros ínclitos políticos. Hay personas inteligentes en el ámbito privado, en los sectores empresariales o en organizaciones de la sociedad civil, donde jamás se aceptará tal cinismo. Ahí hay una definición muy clara respecto a lo que sucede enfrente: Las élites políticas son consideradas las responsables, tanto de los fracasos, como de los aciertos. Es más: así se observan a sí mismas y así también las perciben los demás.
Jean-Francois Revel (1924-2006), filósofo francés, en su libro “Cómo terminan las democracias” (Editorial Planeta 1985), interpreta la “realpolitik” o pragmatismo del poder, desnudando falacias y procedimientos poco éticos y defendiendo apasionadamente el quehacer moral en los asuntos políticos. Me parece que esto mismo, desde su posición testimonial plasmada en el libro “El Rey del Cash”, la periodista Elena Chávez hizo lo mismo: encueró a los más importantes exponentes de la Cuarta Transformación y a los más destacados morenistas. Y este martes, entrevistada por Pepe Cárdenas en Telefórmula, informó que prepara un segundo libro con pruebas documentales del nuevo saqueo a la nación.
Revel nos indica la necesidad de tener siempre presente que los mandatarios deben moverse en un mundo “real”, pero nos recuerda que, justamente por eso, es deseable que haya autores cuya voz sea una especie de “conciencia moral” para orientar la acción política.
La política mexicana, inmersa como se dice en un periodo de transición hacia la democracia, sólo alcanza a conjugar un verbo. ¿Será transar, engañar, simular, falsificar, burlar o traicionar? Empero, sería innecesario e imprudente dramatizar en exceso, pues la política es así (recordemos a Hannah Arendt). “Es una actividad de humanos, no de ángeles”, decía don Lauro Ortega (gobernador morelense en el periodo 1982-1988). Cualquier reproche en términos de honor, respetabilidad y virtud tendría que ser tachado de ingenuidad y moralismo.
