La presentación de los resultados de un gobierno, junto con la evaluación del desempeño del gobernante, al cumplir sus primeros cien días de gobierno, ya se instaló como una tradición, aprovechada, mayormente en el mundo, con fines mediáticos.
Ayer, Claudia Sheinbaum Pardo y Margarita González Saravia, cumplieron ese primer periodo, no formal ni regulado, pero sí políticamente esperado. Ambas llevarán a cabo sus respectivos actos públicos en próximas fechas, con una sutil diferencia. Margarita, hace cincuenta días, ya llevó a cabo un primer ejercicio para la exposición pública de los avances en su administración.
¿De dónde viene esta tradición y cuál es su relevancia? El origen se remonta al gobierno de Franklin Delano Roosevelt, presidente norteamericano a quien correspondió hacer frente a la cruda crisis económica internacional de los años 30 del siglo pasado. Inspirado en el retorno triunfante de Napoleón a París, en 1815, Roosevelt utilizó la promoción mediática de sus primeros cien días de gobierno para presionar al Congreso norteamericano, a fin de lograr la aprobación de sus propuestas de reforma y ganar la confianza de los ciudadanos. En esos cien días le fueron aprobadas 15 leyes orientadas a contener la crisis económica, promover el empleo y constituirse como la base del ahora conocido como New Deal, una nueva política económica, sin dejar de ser capitalista, pero orientada a la construcción del Estado de Bienestar.
A Roosevelt le funcionó y muy bien. Al grado de ser el único presidente norteamericano en haber gobernado, no dos, sino tres periodos consecutivos y hasta haber fallecido a inicios de su cuarto mandato presidencial, en abril de 1945. La política de presentación de informes regulares y someterse al escrutinio público, a través de encuestas y estudios de opinión, más allá de lo dispuesto por los ordenamientos legales, se extendió y popularizó en el mundo.
En épocas más recientes, la presentación de estos informes ha incluido los conceptos de “Transparencia y Rendición de Cuentas”, que en inglés se describen como Accountability, referido, en política, a la asunción de responsabilidades por las decisiones y los resultados de un gobernante, junto con el acceso efectivo de cualquier ciudadano a la información de interés público.
Y precisamente ahí es donde este tipo de informes o bien se robustecen o pierden su esencia. Sus antecesores en los correspondientes cargos, presidencia y gubernatura no llegaron más que a la promoción mediática de los logros de gobierno, pero quedaron muy cortos en Accountability, como tal. Es más, el acceso efectivo a la información pública y a la evaluación objetiva de la gestión de gobierno se vino dificultando y obstruyendo, primero por decretos presidenciales y ahora hasta constitucionalmente, con la extinción de los órganos autónomos.
En estos días veremos si Sheinbaum Pardo y González Saravia, respectivamente, fortalecen los ejercicios de Transparencia y Rendición de Cuentas, así como el escrutinio público de la actividad gubernamental o si solamente repiten las fórmulas propagandísticas de sus antecesores. Por eso, mañana daré detalles sobre las variables y contenidos que seincluirán, desde la perspectiva de la Ciencia Política, en la próxima y primera evaluaciónde la gestión de gobierno, de Consulting & Research Estadística Aplicada, de ambas mandatarias, en Morelos.
Y para iniciados:
Primera salida abrupta de una funcionaria del gobierno estatal. Fabiola del Sol Urióstegui Alvear fue relevada de su cargo al frente del Instituto de Crédito para los Trabajadores del Gobierno del Estado, no apenas se estaban difundiendo las declaraciones que dio enuna rueda de prensa, convocada por ella misma, a propósito de los rumores que se comenzaron a esparcir sobre la presunta protección que diera al exmandatario Graco Ramírez, por el caso del crédito de la famosa camioneta. Su autopresentación como la única funcionaria capaz de haber sentado a Graco en el banquillo de los acusados no debe haber sentado nada bien en las altas esferas, ni para los que ya se fueron, ni para los que están entrando. En fin. Ahora la batuta pasa a manos de Enrique Iragorri Durán, cuya experiencia y pasado político lo obligan a mantener una pulcra actitud institucional. Quizá esté de sobra decir que tiene todo para hacer un excelente papel, pero debe provenir de él mismo y nadie más.
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