A cualquier edad, sea o no Navidad, en un cumpleaños o celebración familiar y con amigos, la emoción de dar directo un buen garrotazo a una Piñata y romperla o quebrarla -porque hay de barro y de cartón-, siempre nos invade en adrenalina, pero ahora que ya es diciembre, son propias de las posadas y sin piñata no hay fiesta completa, ¿pero de dónde y cómo llegaron estas cosas?
¡¡Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino, ya le diste uno, ya le diste dos, ya le diste tres y tu tiempo se acabó!!
Como los usos y las costumbres se transmiten de generación en generación y con el tiempo hay inevitablemente cambios, en el caso de las piñatas no hay un documento histórico que acredite origen, en tiempo, lugar, modo y circunstancia, no hay derechos de autor y menos un registro de patente -como lo hay en el agandalle con la flor de Noche Buena por un gringo-, y aunque sí busqué en diversas fuentes, solo encontré menciones escuetas como por ejemplo: el origen de la Piñata sí tiene raíces indígenas y se basan en la combinación de prácticas rituales prehispánicas; e incluso, también se menciona, que la influencia no solo viene de los españoles, ¡sino de chinos! y muy en el fondo hay cierta razón, pero… en tiempo de piñatas y con influencia China…
¡Hazme el favor, ahora que Trump nos trae amenazados con aumento de 25 % en aranceles por la invasión de productos fabricados en Oriente! ¡No hablar de cuerdas en casa del ahorcado! (Es más, sobre este último dato de los chinos, no dije nada, no sea que sirva de pretexto y eso provoque enojo y haya más terrorismo “blando”).
Y por cierto, ya en algunos lugares dedicados a la venta de estas artesanías populares, -porque tienen su grado de dificultad y son elaboradas pacientemente de manera manual y se elaboran una por una-, he visto las clásicas piñatas de barro con siete picos, relucientes y muy adornadas, unas casi de concurso y que muy bien sirven para quedar en la mera ornamentación y nunca romperla; también las hay con formas y figuras muy originales y entre ellas destacan personajes de series infantiles, balones de futbol, luchadores, pelotas de golf, basquetbol y beisbol, los super héroes de Marvel, frutas, caguamas, y no me refiero a tortugas, aunque también hay muchas de animales, sino a envases de cerveza y de alcohol y, entre todo la imaginería y el espíritu surrealista que nos caracteriza, ¡vi la Piñata de una teibolera bailando en su tubo, a policías, a ex presidentes, varios demonios y al mismo Trump con pelos de elote simulando su escaso cabello!
De estos modelos de piñatas, estoy seguro que alguien, no se quedará con ganas de comprar alguna y darle incansablemente de palos en la posada, hasta que reviente.
Pero como ya decíamos, la Piñata mexicana tiene una historia rica y simbólica que se remonta a tradiciones antiguas y a la influencia de diversas culturas. Su origen se puede rastrear hasta las celebraciones prehispánicas de los pueblos indígenas de Mesoamérica. Por ejemplo, en la celebración de la diosa de la fertilidad, nuestros ancestros, colgaban un objeto decorado que contenía ofrendas y que se rompía como parte de sus rituales para atraer la buena fortuna y la abundancia.
Con la llegada de los españoles, estas tradiciones se fusionaron con las costumbres europeas. Se dice que los misioneros españoles introdujeron la Piñata como una herramienta para enseñar la fe cristiana a los pueblos indígenas, -particularmente durante la época de Navidad y para las posadas, que son celebraciones que conmemoran el viaje de María y José a Belén- la Piñata, entre otras cosas, se convirtió en un símbolo de la lucha entre el bien y el mal y la forma de estrella de siete picos, pasó a representar los siete pecados capitales y el acto de romperla, simbolizaba la victoria del bien sobre el mal.
Las piñatas se llenan de dulces, juguetes, frutas y hasta monedas o billetes y se cuelgan para que los invitados intenten romperlas con un palo mientras están vendados.
¡¡Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino!!
Cuando la piñata se rompe, se convierte en el clímax del momento, una ocasión y buen instante para los gritos y la alegría y sin importar los empujones, todos corren y se lanzan a recoger lo que de ellas cae y en el alboroto, nunca faltan los que terminan aplastados, magullados y sin nada.
Pero pese a la realidad que estamos viviendo actualmente, estos momentos son los que nos dan respiro, vida e identidad como mexicanos, ¡no los perdamos!, ¡¡Dale, dale y dale!!
Mejor festejemos y saquemos el estrés a palos… En diciembre ¡llegaron las piñatas!