• De 2016 a 2022 hubo mil 619 casos y van sumando.
• El 16 de septiembre de 1897, fue el primer linchamiento documentado en México.
La escena, aunque no es bajo el agua, también es una ebullición que en medio de patadas y empujones forman remolinos, la turbamulta se acomoda y reacomoda entre esa turbulencia de libertinaje que inunda el ambiente con gritos, aullidos e insultos, los dedos de las manos están encrespados e histéricos, los brazos tensos como bayonetas, los tendones de los puños resaltan con odio, mechones de cabellos aparecen volando, hay tubos, hay palos, ropa hecha jirones, ya la sangre salpica y nadie para de golpear al mismo objetivo que está en un estado de inconciencia y agonía… en esta danza demoniaca y furiosa, todos los que participan en el linchamiento suben y bajan desahogando una frustración acumulada, sus rostros deformes como la ira, sus cuerpos poseídos de resentimiento y aunque la efervescencia macabra no es debajo del agua, recuerdan a las pirañas hambrientas en el hervor y el clímax de un desquiciado y desenfrenado banquete.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dice claramente en el Artículo 17: Ninguna persona podrá hacerse justicia por sí misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho.
En 2023, especialistas de la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana, campus Azcapotzalco, estudiaron este fenómeno y de acuerdo a los datos recabados en un trabajo académico titulado: “Los linchamientos y el vigilantismo: reflexiones sobre la violencia en México”, de 2016 a 2022, se registraron en el país, mil 423 casos en la modalidad de linchamiento y 196 en grado de tentativa, para un total de mil 619 sucesos y que van sumando más casos como el recientemente ocurrido en Taxco de Alarcón, estado de Guerrero, que cobró una importante notoriedad mediática.
Al respecto de este asunto de los linchamientos en el país, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, el 22 de mayo de 2019, dieron a conocer su trabajo conjunto denominado: “Informe Especial sobre la Problemática de los Linchamientos en el Territorio Nacional” y en dicho informe -que abarca 266 páginas-, se encuentra mencionado el primer registro de linchamiento en México que ocurrió el 16 de septiembre de 1897 y fue poco después de las 10 de la mañana durante las celebraciones de la Independencia Nacional en el Zócalo de la Ciudad de México, cuando el presidente Porfirio Díaz, sufrió un ataque por la espalda, por un conocido enfermo alcohólico de nombre Arnulfo Arroyo. Arroyo fue capturado y detenido de inmediato, lo curioso es que no se encontraba armado y el periódico de aquella época, “El Imparcial”, informó que: “Desde el momento en el que Arroyo fue detenido […] la gente clamaba su muerte”. El presidente, sin embargo, respondió a todos que él estaba bien, y mandó que llevaran al detenido a un lugar seguro y que no le hicieran ningún daño; pero, durante la noche del 17 de septiembre, estando detenido en la comisaría de la ciudad de México, Arnulfo Arroyo fue asesinado a puñaladas “linchado”, según El Imparcial, a manos de un grupo de furiosos ciudadanos que irrumpió en la comisaría en las altas horas de la madrugada.
En este amplio “Informe Especial sobre la Problemática de los Linchamientos en el Territorio Nacional”, se describe incluso el origen de la palabra linchamiento, y se asegura que los linchamientos se consolidaron primero en los Estados Unidos, país en el que la violencia colectiva hacia los individuos se generalizó a finales del Siglo XIX y principios del XX y que el término linchamiento (lynching) tiene sus orígenes en la guerra de Independencia Norteamericana y en dicho contexto, el Juez Charles Lynch, decidió castigar extralegalmente a un grupo de leales al imperio británico aun cuando estos habían sido absueltos ante un jurado oficial. A partir de allí el término «Lynch Law» comenzó a utilizarse para designar la práctica de los cazadores de hombres; hombres blancos del sur de Estados Unidos que comenzaron a organizar patrullas civiles para capturar a supuestos maleantes.
De igual manera, en este “Informe Especial”, se menciona que los linchamientos son actos ilícitos, que constituyen una de las expresiones más graves de la crisis que en materia de inseguridad, violencia e impunidad enfrenta nuestro país, donde como consecuencia de la desconfianza y lejanía de la sociedad respecto de las autoridades, la falta reiterada de cumplimiento y aplicación de la ley, así como la incapacidad de las distintas instancias de gobierno para generar condiciones que permitan la convivencia pacífica entre las personas, se canaliza o dirige el hartazgo e impotencia de estas últimas, ante una realidad que las vulnera y lastima, para que incurran en acciones violentas en contra de aquellos que consideran o suponen, cometen delitos o atentan en su contra o de la comunidad a la que pertenecen.
En conjunto, -agrega-, las expresiones de violencia colectiva o linchamientos ilustran la falta de capacidades del Estado, para mantener el monopolio legítimo del uso de la fuerza y el control sobre el territorio, garantizando la aplicación de la ley y la seguridad de la población, funciones primordiales no cumplidas, que son síntomas de una crisis de autoridad e institucionalidad.
También en ese Informe se afirma, que los linchamientos, en su gran mayoría, buscan como fin último expresado por sus protagonistas directos, la atención y solución al problema de la inseguridad ciudadana, aunque en realidad constituyan actos de desprecio y descalificación hacia las autoridades y la vigencia del Estado de Derecho -y añade que- bajo ningún supuesto es posible legitimar la violencia ejercida de este modo, ni asumirla como forma de protección personal y colectiva.
En esta era digital y de globalidad, aún la piel se enchina y el cuero cabelludo en la nuca se electriza cuando la multitud arremete cegada por la ira y aulla y grita convocando a un esquizofrénico momento de odio masivo: ¡Linchamientooo!