La expectativa general está centrada, por el momento, en la definición sobre quiénes encabezarán las candidaturas presidenciales, tanto por el partido político en el poder, Morena, como por la posible alianza opositora, a principios del mes de septiembre.
Sin embargo, los aspirantes a las candidaturas locales y sus seguidores quieren ver más allá de esas fechas, queriendo prever los escenarios en los que tendrán que competir para alcanzar las nominaciones.
Aunque la realidad es que, para el caso de las candidaturas de Morena y su alianza a gobernador, al final, la última palabra la tendrá Andrés Manuel López Obrador, las y los aspirantes saben que deben estar presentes y que el propio presidente ha impulsado y moldeado un proceso de campañas anticipadas, al margen de las normas electorales, caminando al filo de la navaja, entre lo que puede hacerse y lo que sería sancionado por las autoridades electorales.
Para construir esos posibles escenarios resulta necesario tomar en cuenta algunos datos que, por cierto, contradicen las nociones del pueblo politizado, informado y consciente que promueve el presidente. No es todo el pueblo el que está interesado en la política. Sigue siendo alrededor de un diez por ciento del total el que está muy interesado en la política, se informa y participa activamente de alguna forma en ella y por ahí de un 30 por ciento que está algo interesado, más o menos se informa y está pendiente del acontecer político. De la misma manera, cuando llegue el siguiente proceso electoral no habrá una participación porcentual mayor a la que vimos en el 2018.
Ver en las movilizaciones a cientos, miles o decenas de miles de personas, acarreadas o no, lejos de refutar estos datos, los confirman. No son, ni con mucho, números que nos hablen de un gran interés por participar. Al contrario, la mayoría de los posibles electores son renuentes a participar activamente en la política y menos todavía en la política partidaria.
En concreto, los aspirantes a las gubernaturas, entonces, tendrán que prepararse para legitimar la designación que haga en su persona el líder máximo de la autodenominada cuarta transformación, ante ese, entre treinta y cuarenta por ciento de ciudadanos, que sí se entera y en algo participa. Y como recorrer los pueblos, hacer asambleas y saludar de mano a la gente no da para llegar a todos a los que deben llegar, el aprovechamiento de los medios de comunicación y las redes sociales resulta fundamental.
Digamos, pues, que hay quienes han entendido y ya están configurando ese proceso de legitimación a su favor y, otros que, si no lo han entendido, corren el riesgo de ser rebasados por los tiempos.
Y para iniciados
Xóchitl Gálvez generó muchas expectativas no sólo para los partidos políticos, sino también para los sectores sociales opositores al actual gobierno. Al mismo tiempo, también desató una preocupación. Las posibilidades de que Xóchitl Gálvez siga creciendo y se consolide como una opción competitiva que pueda ganar en el 2024, ya es una preocupación real para el propio Andrés Manuel. Porque, ¿cómo para qué invitaría a los norteños Luis Donaldo Colosio y Samuel García a participar, si no fuera para dividir las preferencias electorales?
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