Había quienes apostaban que Adán Augusto López Hernández no contaría con el respaldo de liderazgos locales en las entidades federativas, en su aspiración por ser designado como candidato a la presidencia de la República. Se equivocaron.
Sí los tiene y sí se la van a jugar con él. Pero las razones por las cuales han tomado la decisión de sumarse al tabasqueño son diferentes de las que llevaron a los otros a tomar la decisión de adherirse a otras corcholatas.
Los que se fueron con Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard están más en busca de colgarse de la imagen de quienes se consideran los punteros en la contienda por el liderazgo de la cuarta transformación, claro, para beneficio propio, porque consideran que sus posibilidades se incrementan estando de ese lado. En algunos casos, no tienen ni buena fama pública ni estructuras territoriales propias. Y si han ganado elecciones ha sido más por estar montados en la ola guinda que por méritos propios. Se la deben, pues, a Andrés Manuel López Obrador.
En cambio, los que se están yendo con López Hernández cuentan con su propia estructura, trabajo acreditado en sus áreas de influencia política, quizá acotadas territorialmente, pero ya han demostrado ser capaces de ganar elecciones y de movilizar a sus seguidores, por sí mismos y no sólo por ser beneficiarios de la marca partidaria o de la imagen del líder máximo de Morena, López Obrador.
Hace falta ver qué ocurre con Fernández Noroña, quien contará con las canicas de Tania Valentina Rodríguez Ruiz y quizá con los ultras de la izquierda morelense, que no son muchos, comparativamente hablando. Ya Manuel Velasco, cuyo paso fue casi de noche, puede darse por descontado de la contienda, llegando tener los puntos que junte por la marca verde, pero nada más. Y Ricardo Monreal, que se ha visto abandonado por quienes apoyó desde el senado, no dudamos que hará un buen papel, pero insuficiente para rebasar en los días que restan de la campaña que no es campaña.
Claudia Sheinbaum y Adán Augusto están apostando a la combinación de movilizaciones masivas y los efectos mediáticos de sus presentaciones públicas. Lo tradicional, o sea, el acarreo, la compra de consciencias, acuerdos y promesas. Sheinbaum y sus seguidores, confían en que ella siga siendo la favorita del presidente. López Hernández, en que en realidad él haya sido siempre el elegido, por ser el más cercano, fiel y leal al presidente. Ambos van por la ruta de la continuidad a rajatabla, mientras más parecidos al presidente, lo consideran mejor.
Ebrard, por su parte, no apuesta a las grandes concentraciones ni verse o hablar como López Obrador, sino a la promoción mediática y en redes sociales, a la suma de liderazgos que contribuyan en ambos sentidos y a la reconciliación con los sectores sociales, hoy inconformes y alejados del régimen. Está buscando diferenciarse del resto, sin dejar de aparecer como fiel al proyecto político, pero sumando, no restando ni dividiendo.
La moneda sigue en el aire. Y aunque no extrañaría que uno o más de los contendientes, declinara en favor de alguno de los punteros, una semana antes de llevarse a cabo la encuesta, por ejemplo, tampoco debe descartarse que el recrudecimiento en la recta final lleve a López Obrador a dar un manotazo en la mesa y poner orden, dejando ver así quién en realidad es su preferido.
Y para iniciados
Levantó mucha polémica el todavía gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco Bravo, al afirmar que ya cuenta con la autorización del presidente de la República para buscar otro cargo, pero ahora en la Ciudad de México. Pero lo que más llamó la atención no fue precisamente eso, sino el recordatorio que le hicieron los medios sobre las pésimas evaluaciones y resultados que ha tenido a lo largo de casi cinco años en Morelos. Eso sí, sus declaraciones fueron una manera indirecta de confirmar que se acerca su relevo, por lo que los grupos políticos afilan ya las navajas para pelear por el trozo del pastel sexenal que se quieren comer a sus anchas en el último año de gobierno.
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