“LAS GUACAMAYAS”

Por Irradia Noticias

Al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, no le quedó de otra, durante la conferencia de prensa mañanera correspondiente al viernes 30 de septiembre del año en curso, más que reconocer el “ataque cibernético” o “hackeo” sufrido por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). Los mexicanos nunca nos hubiéramos enterado sobre el hecho si Carlos Loret de Mola, en su espacio LATINUS, no difunde tan solo una pequeñísima porción de los seis terabits presuntamente “hackeados” a dicha dependencia federal.

Desde luego, este hecho, que pasará a los anales históricos de México, es un “ciberdelito” que quizás ponga en riesgo la seguridad nacional, lo cual está por verse. Eso lo determinará la fiscalía general de la República (FGR), si la Sedena presenta una denuncia de hechos en contra de quienes se adjudicaron el “ciberataque”. Me refiero a un grupo feminista autonombrado “Las Guacamayas”.

En 2010 el mundo se enteró respecto al rumbo y conducta de ciertos gobernantes de países importantes gracias al portal WIKILEAKS, a cuyo frente se colocó Julian Assange, hoy asilado en Reino Unido, y muy bien ponderado por López Obrador, quien le abrió las puertas de nuestro país. Obvio, AMLO reaccionó de manera contraria ante la difusión de datos “hackeados” por “Las Guacamayas”, en el programa de Carlos Loret, uno de los muchos periodistas mexicanos, considerados ya adversarios de la Cuarta Transformación.

En todo momento, durante la conferencia de prensa mañanera de este viernes, López Obrador minimizó lo ocurrido, comportándose de manera grotesca al hablar de su salud, haciendo analogía con una canción de su paisano “Chico Che”.

Terminó por aceptar que padece varias enfermedades, entre las que destacan un grave problema cardiovascular, el hipotiroidismo, la hipertensión y gota (padecimiento de tipo reumático). En enero hubo necesidad de que un helicóptero-ambulancia fuera por él a Chiapas para trasladarlo a CDMX, donde le practicaron cateterismo. Sin duda alguna, el presidente estuvo en grave riesgo de fallecer. Sin embargo, con “Chico Che” como fondo, dijo que gracias a un coctel de medicamentos (nocturno), “está muy bien”.

Se comprende la actitud de López Obrador, siempre caracterizada porque se le resbalen las críticas y señalamientos. Pero ahora, gracias al “ciberataque”, los mexicanos sabemos que el presidente mexicano tiene su salud deteriorada, a la edad de 67 años.

Respecto al multicitado personaje tabasqueño puede confirmarse el entorno de mentiras, tan característico de los políticos (en cualquier región del mundo). Asimismo, una vez más se comprobó que la aparición diaria de AMLO en el salón Tesorería del Palacio Nacional, no es un ejercicio de transparencia y rendición de cuentas, sino un foro propagandístico y de defensa ante cualquier señalamiento de los adversarios de la 4T.

Dos dependencias federales quedaron muy mal paradas… por ahora: la ya citada Sedena y la Secretaría de Marina. Salió a relucir la orden emitida por López Obrador el 17 de octubre de 2019 para liberar a Ovidio Guzmán López, hijo del capo sinaloense Joaquín Guzmán Loera (alias “El Chapo”), seis o siete horas después de su detención por parte de miembros del Ejército Mexicano en Culiacán. López Obrador, allá y entonces, admitió que él dio dicha orden, pero la confirmación del documento difundido por “Las Guacamayas” también exhibió la diferencia de criterios entre los más altos mandos de las fuerzas armadas mexicanas en la lucha contra el crimen organizado.

Hasta aquí voy a llegar sobre lo manejado por Carlos Loret este jueves en LATINUS, aunque hay material de sobra.

En lo personal me llamó poderosamente la atención el hecho de que los ciudadanos carecemos de información exacta, fidedigna, tocante a la vida pública y privada de quienes nos gobiernan. Si no fuera por este tipo de filtraciones a los medios de comunicación, nunca sabríamos el tipo de comportamiento asumido por los funcionarios en los intrincados vericuetos del poder, verbigracia los negocios turbios. Mucho menos lo sabremos si se trata de actos consumados en la vida privada que, en caso de llegarse a conocer entre la opinión pública, pudiesen constituir actos delictivos.

VIDA PÚBLICA Y PRIVADA

El 13 de abril de 2020 encontré en internet un interesante artículo firmado por Rafael Sandoval Larios titulado “Vida pública y privada”, del cual extraje algunos párrafos para reafirmar lo tratado en la presente columna.

El autor escribió lo siguiente:

Cada uno de nosotros, según opinan algunos sociólogos y politólogos, nos desarrollamos a través de dos vidas: la pública y la privada, que desde luego generan dos personalidades: la pública y la privada. Pero entre estas dos personalidades hay una diferencia fundamental.

La personalidad pública está hecha de ideas, pensamientos, conocimientos, acciones, reacciones, que, en rigor, no me pertenecen a mí, sino a la función abstracta -ser humano, ciudadano, funcionario- que estoy desempeñando.

En la relación pública no soy yo el que piensa, siente y actúa, sino ese ser humano, ese funcionario, ese ciudadano, cuyo papel estoy desempeñando.

Mas como lo mismo exactamente puede decirse de cualquier otro hombre, resulta entonces que «nadie» es el funcionario, el ciudadano; resulta que esa personalidad pública pertenece a todos y a ninguno, y es una personalidad mostrenca, irreal, pura forma o ficción del pensamiento jurídico formalista.

La personalidad privada es la única auténtica y real, y la pública no significa sino la unidad abstracta de un cierto número de convenciones y de formas pertenecientes a todos y a ninguno; es decir, en realidad, a nadie.

Nuestra conducta, empero, se rige por leyes. Estas leyes o normas, ¿de dónde proceden? Unas proceden del poder soberano, que las impone a toda la colectividad; son las leyes promulgadas debidamente y de obediencia obligatoria. Su infracción está sancionada por el poder público.

Otras proceden del conjunto viviente de la comunidad; son costumbres, opiniones, reacciones, modos de conducta que se sustentan sobre el sentir general y reciben la sanción difusa de la sociedad.

Otras, en fin, proceden de nosotros mismos; son leyes que nosotros nos damos a nosotros mismos; son normas de conducta que extraemos cada uno de nosotros de nuestra propia conciencia.

Ahora bien, si consideramos lo anteriormente dicho, es claro que las dos primeras clases de leyes son leyes públicas.

La tercera especie de leyes es, en cambio, ley privada.

Así, pues, la ley pública rige para todos los hombres considerados en su personalidad pública; es ley de todos -y de nadie-; vale para esa pura «forma» irreal que llamamos la vida pública.

En cambio, la ley privada vale para la persona privada, es decir, para la persona real, íntima, para cada persona individual, en la intimidad profunda de su ser auténtico.

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