Ya lo había advertido. Andrés Manuel López Obrador va contra todo tipo de instituciones cuya autonomía no sea conveniente para su interés político, personal y autoritario. También había señalado que preparaba un ataque contra las instituciones de educación superior, cuya libertad de pensamiento y pluralidad, son contrarias a su afán de meterse en todo, para controlarlo todo, como buen aprendiz de dictador.
Los ataques del presidente a la Universidad Nacional Autónoma de México son puramente ideológicos, lesionan a la autonomía de una institución que a lo largo de las décadas ha puesto en alto el nombre de México, ha resistido y enfrentado los embates del neoliberalismo, sigue siendo la punta de lanza en la producción de conocimiento, ciencia y tecnología. Y no es que AMLO lo desconozca, todo lo contrario, lo sabe y lo rechaza a propósito. Sobre las incoherencias y contradicciones en las que basa su sermón político mañanero hablaré el próximo lunes, solamente le anticipo que ahí está metida la mano y la operación de un grupo de venezolanos.
La libertad de expresión que AMLO aduce no es derecho para la difamación y la mentira. Más allá de que carece de autoridad moral, porque para referirse a la UNAM no tiene ninguna autoridad moral, luego de haber sido un estudiante mediocre, un profesionista cuyos resultados profesionales son igual de mediocres, como los libelos, él les llama libros, pero no son más que panfletos, carentes de solidez, contenidos y argumentos realmente válidos. Más allá, pues, de que hoy sea una vergüenza como egresado de la UNAM, porque tiene un título de la misma, sus declaraciones contra la máxima casa de estudios de la nación, basados en una muy parcial perspectiva, a la que llama progresista, pero que en realidad es retrógrada, se encuentra un proyecto que puede ser legítimo para quienes comparten los ideales del igualitarismo y el conformismo, pero que no es válido promover hacia el interior de una institución que por definición alberga y contribuye al desarrollo del conocimiento universal.
La UNAM no debe ser rehén de los políticos, ya bastante ha tenido que enfrentar con rectores como José Sarukán Kermes, que estuvieron al servicio de los neoliberales, mismos que intentaron acabar con la gratuidad de la educación superior. Y mucho menos sometida a los designios del presidente más maquiavélico, megalómano, hipócrita, demagogo y mentiroso que ha tenido México, desde Porfirio Díaz.
López Obrador intentará generar un movimiento al interior de la UNAM, llamando a sus huestes a seguir su corriente, a enfrentarse entre universitarios, a polarizar a los miembros de la institución. Ojalá que los miembros de la UNAM no caigamos en la trampa, sino sigamos defendiendo su autonomía, pluralidad y libertad de pensamiento. En otros tiempos nos tocó cerrar filas para evitar que los neoliberales lograran su cometido, hoy nos corresponde cerrar filas de nuevo, pero para no dejar que ALMO y los retrógradas, llamados “progresistas”, hagan de ella un bastión más del populismo, que está llevando a la ruina al país.
Y para iniciados
Cuan equivocados están quienes quieren ver en el PAN lo que no es, con la inminente elección de su nueva dirigencia. Tratan el tema del PAN como si fuera un partido de masas, cuando nunca lo ha sido. Al contrario, es un partido de élites y grupos. Las decisiones en ese partido se toman así, desde su fundación, por Gómez Morín. El resultado de la elección del domingo no será determinado por la movilización del voto de las bases, sino por las cúpulas con derecho a sufragar. Pero, si me preguntan quién podría aglutinar esas preferencias, yo opinaría que Denisse Pérez, a quien ya en algún momento encuesté en un proceso electoral y sé de su calidad moral y compromiso con su partido.
¡Que tenga un excelente fin de semana!
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