Tres años tomó al ahora exdirector general de proyectos estratégicos, Gerardo Becerra Chávez Hita, reconocer que el gobierno estatal no funciona como quieren hacer que parezca con los inútiles boletines de prensa que distribuyen desde Palacio de Gobierno. En efecto, como el mismo Becerra lo expresó, su dimisión al cargo es un asunto de congruencia. Pero, además, habría que agregar, de dignidad. Dejar la oficina que ocupó, justo a un costado de la de su jefe burocrático, José Manuel Sanz Rivera, ha sido su mayor acierto, pero tendrá que verse complementado con la presentación de las denuncias a las que hizo referencia.
Gerardo Becerra llegó al gobierno estatal como un aliado, y al principio así lo trataron, pero poco después recibió un trato de empleado, incluso incómodo para los intereses que al interior se disputan. Al inicio, se abrieron las carpetas de investigación, tuvo acceso a expedientes y colocó a gente de su confianza, aunque algunos de ellos son auténticos simuladores, en puestos clave para el desarrollo de las indagatorias sobre los desfalcos al erario. Después, lo de que padecía para conseguir vales de gasolina, puede interpretarse como un eufemismo del bloqueo al que estuvo sometido por dos años.
Queriéndolo o no, conocido como el asesor anticorrupción, Becerra quedó entrampado en uno de los dos grupos que han mantenido una reyerta por el control del gobierno, es decir, de los recursos y las decisiones. Tuvo que salir a la defensa de su jefe, el jefe de la oficina de la gubernatura, Sanz Rivera, señalado en el caso primavera, en la denuncia de Enrique Paredes y ahora en los Panamá Papers, así como también, en diversas ocasiones esgrimió argumentos a favor del hoy prófugo de la justicia, Alejandro Vera Jiménez, exrector de la UAEM, excandidato a gobernador y exfuncionario de la actual administración estatal, acusado de desvíos millonarios, por quien se ofrece una recompensa de casi cien mil pesos, para quien aporte datos que lleven a su captura.
Para el equipo de Sanz, cada vez más cerca de investigaciones que podrían derivar en denuncias penales, la salida de Becerra es un fracaso, la evidencia de simulación y la denuncia pública de malos manejos. Para el de Pablo Ojeda Cárdenas, secretario de gobierno y Ulises Bravo Molina, hermano del gobernador, es un triunfo porque se quitan una piedra del zapato, que no pudo hacer efectiva ninguna denuncia de corrupción en el actual gobierno, pero que incomodaba mucho con las investigaciones internas. A Becerra no lo bloqueaban desde las oficinas de la administración estatal porque les cayera mal, sino para proteger a quienes iba descubriendo desfalcos.
No será fácil para Gerardo recobrar la credibilidad que un día tuvo, misma que comenzó a perder en el momento en que decidió aliarse a la causa electoral con Sanz. Pero tiene la valiosa oportunidad de hacerlo, como él dijo, basado en la congruencia, pero también como un asunto de dignidad, porque a diferencia de los funcionarios actuales, no será de quienes se vayan de Morelos, cuando termine la gestión de gobierno.
Y para iniciados
El maquiavelismo de López Obrador volvió a salir a flote. Puso contra las cuerdas al PRI y en vilo la alianza de éste con el PAN, con el argumento del nacionalismo y las causas populares, para lograr su apoyo a la reforma energética, que pretende centralizar y estatizar a Pemex y a la CFE. Los resultados de la reforma a largo plazo no se pueden anticipar, pero los rendimientos políticos para AMLO de dividir a sus adversarios ya los estamos percibiendo. Ya vivimos lo que en otro momento comentamos que podría pasar: una cuarta transformación que construyó muy rápido un régimen que técnicamente se denomina autoritarismo competitivo.
¡Que tenga una excelente mitad de semana!
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